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domingo, 20 de marzo de 2022

Brujas y brujeria III

 LAS MALDICIONES DE LAS BRUJAS



Kepa RUIZ DE EGUINO

En una sociedad tan racional como en la que vivimos, nos cuesta entender lo que en otras culturas ha supuesto la maldición. En nuestra propia tierra, generaciones atrás, producían auténtico pavor, sobre todo si  éstas salían de la boca de un mendigo. Pocos osaban poner duda su efectividad. Muchas de las desgracias se atribuían a sus maldiciones.

Cuando la Zokorra lanzó su temible maldición, pocos dudaron que se haría realidad. Dejaba como herencia una de las peores venganzas.

No fue ésta la única que la bruja Zokorra emitió a lo largo de su vida.

MALDICION  DE  LA  ZOKORRA A  UNA  NIÑA

uentan las crónicas locales que un día fue a mendigar por la Villa. Al toque de aldaba en una de las casas, se asomó una niña. La pequeña víctima del miedo que los adultos le habían inculcado, no dudó en adentrarse en la vivienda, despavorida, como si hubiese visto al mismísimo Lucifer. La mendiga tuvo que marcharse  sin recibir un solo trozo de pan. Con rabia en su interior, maldijo a la pequeña.

o pasaron muchos días cuando la pequeña acompañó a su padre a maquinar en una finca. Fue entonces cuando el drama se cebó en la muchacha: al dar la vuelta a la máquina, el pequeño cuerpo quedó aplastado por ella, acabando drásticamente con aquella inocente criatura.

Una vez más la maldición de la Zokorra se había cumplido.

MALDICION   DEL   CHOPO



En la tradición popular sobreabundan narraciones donde queda constancia del cumplimiento de cada maldición.

Cuenta una de ellas que, entre Agurain u Zalduondo, cerca de éste pueblo, se levantaban dos chopos al borde del camino. La pertenencia de uno de ellos hostigó el conflicto entre un vecino y una vecina, pues ambos aseguraban que estaba en su propiedad. Un día el vecino, derribó el chopo de la cuestión y se lo llevó a su casa.

La mujer muy enfadada con su proceder, le lanzó esta maldición:
- Ojalá tengan que amortajarte con la madera del chopo”. El hombre hizo caso omiso de la maldición, y poco a poco fue trabajando su madera, fabricando unas tablas con ella. No pasó mucho tiempo cuando le sobrevino la muerte. Como en aquellos años no se compraban los féretros, sino que un lugareños se encargaba de construirlos, con ese fin pidió unas tablas a la familia. Curiosamente, y según se percataron después, aquellas maderas habían sido obtenidas del chopo de la maldición.

Leyendas recogidas por Carlos Ortiz de Zarate

BRUJAS  Y DUENDES EN LA MENTE DE LAS GENTES DE LA LLANADA

LA BRUJA “CORUJA” DE AGURAIN


En muchos pueblos de la Llanada se conservan recuerdos de algunos personajes misteriosos como brujas o duendes. Algunos de éstos han sido tomados de gentes reales del mundo de la gitanería o de la delincuencia.

Martín Zubillaga” , el de los ojos rojos contaba Crispín Saez de Cámara era el “coco” o duende que habitaba en los pajares de todas las casas de los pueblos.

Me contaban que en alguno pueblo de la Llanada cuando, de niños, les mandaban algún trabajo y se negaban, se les amenazaba con Martín Zubillaga el de los ojos rojos o con el “Sacamantecas”. El miedo a éstos personajes lo llevábamos muy dentro. Lo sentíamos en cualquiera de los rincones oscuros de la casa, en los caminos y vericuetos solitarios. Subir al pajar de noche y sin luz para arrojar la paja por la trampera era de los castigos más terribles que te podían imponer.

¡Que viene la bruja!. Era la exclamación con que los mayores trataban de amedrentar a los pequeños para lograr algo de ellos, o cada vez que una caravana de gitanos aparecía en alguno de nuestros pueblos, los niños nos acercábamos para tratar de identificar a alguna de sus mujeres como la bruja Benita, ducha en el robo de gallinas.

Se nombraba también muy frecuentemente a la “Bruja Coruja”, gitana afincada en Salvatierra, cuya fama se extendió por muchos pueblos de la Llanada hasta Zurbano cerca de Vitoria. Muy famosa fue una anciana que, con frecuencia llegaba a las casas pidiendo limosna, hace muchos años, la apodaban la “ojitos”, porque era bizca y ofrecía un aspecto “brujeril” con su rostro enjuto, arrugado, nariz aguileña y su cabeza cubierta con un sucio pañuelo negro. Vestía un viejo mantón desteñido, se apoyaba en un rústico mantón y por añadidura fumaba en pipa aquel fuerte tabaco de cajetilla verde que guardaba dentro de un roñoso estuche metálico. Ésta gitana soltaba unos tacos de los gordos y era el terror de los niños pequeños. Cuando hacían mañas o no obedecían, un “que viene la ojitos y roba los niños” daba al traste con las rabietas más pertinaces.

En la época estival, cuando se trillaba en las eras en los días calurosos, agobiantes y bochornosos del mes de agosto, poco antes de “salir el norte”, por la débil nieblilla que abrazaba las Sierras de Altzania, Aitzgorri y Elguea, se formaba unos remolinos de viento que, en sus movimientos arrastraban polvo, pajas, hojas de las eras. Recibían el nombre de “brujas” o “maripajuelas”. De pequeños nos decían que eran las brujas que barrían el suelo con invisibles escobas de “berozo” en las que habían llegado montadas en caballos.

Pero el que durante años fue el auténtico “coco” fue el “Sacamantecas”, Juan Diaz de Garayo, alías el “Zurrumbón”.de la vecina Eguilaz, y del cual hablaremos más tarde, y que se decía que habitaba en los bosques cercanos que rodeaban a los pueblos de la Llanada, ni que decir tiene, cuando teníamos que pasar cerca de éstos lugares por algún encargo a realizar, sufríamos un miedo de consideración.  

El miedo al “Sacamantecas” se vio incrementado con los crímenes que tuvieron lugar en Betoño el 4 de Febrero de 1879, víspera de Santa Águeda y el 28 de Diciembre de 1914. El primero de éstos crímenes venía relatado en unas coplas muy usadas por aquel entonces con el título “Espantosos crímenes ocurridos en el pueblo de Betoño”.


Recogido por Crispín Sáez de Cámara - Zurbano

dibujo de Juan Luis Landa


BRUJAS EN ALAVA

Dice un antiguo proverbio vasco Izena zuen guztia omen da, lo que suele traducirse como Todo lo que tiene nombre existe.

Dado que hay muchas cosas que tienen nombre, pero de cuya existencia no podemos mostrar ningún resultado físico, hay quien sugiere que la realidad está compuesta por dos universos paralelos, uno visible y el otro no. Puede parecer una locura, pero ya Federico García Lorca, que de estas cosas de la sensibilidad y la imaginación algo sabía, afirmaba que para vivir era necesario un grano de locura.

Hace  unos días se escuchaba en un bar de Agurain cómo un hombre mayor se preguntaba quiénes habrían construido el dolmen de Arrizala. "Las brujas", le respondió otro, "no ves que se llama Sorginetxe, que quiere decir la casa de la bruja".



Sorginak, dibujo de Juan Luis Landa

A principios del siglo XVII, la Inquisición española procesó por brujería en Euskal Herria a unas 6.000 personas, la inmensa mayoría de ellas mujeres, muchas de las cuales fueron enviadas a la hoguera. También en Álava y en la Llanada. Concretamente los documentos de la época nos hablan de denuncias por brujería en Gauna, Lubiano, precisamente en Arrizala y, fuera de la Llanada, en Elvillar, donde hay también un dolmen.

Pero, ¿quiénes eran las sorginak? El nombre proviene de sors egin, hacer suertes, de donde resulta también la palabra castellana sortilegio y la francesa sorcière, que significa lo mismo. La palabra castellana bruja, al igual que la palabra catalana bruixa y la galaico-portuguesa bruxa provienen, al parecer, del sustrato lingüístico ibérico. En castellano existe también la palabra hechicero, que ha llegado a tener el significado de brujo, pero que proviene del verbo hacer.

Sors, mientras, proviene del latín sors-sortis, que ha dado origen a la palabra suerte, pero que, en realidad, designaba a unas piedrecitas o dados que eran leídos por la persona que los echaba para saber si a la que preguntaba le iban a ir bien las cosas o no. Los vascos tenían fama de adivinadores entre los romanos, especialmente en el arte de saber si las cosas iban a ir bien o mal observando el vuelo de los pájaros. Las personas con esa capacidad se llamaban augures y sus pronósticos, buenos o malos, augurios. Por eso en euskara enhorabuena o felicidades se dice zorionak, es decir txori onak, los pájaros buenos.


Dolmen de Sorginetxe.

Pero volvemos al dolmen Sorginetxe de Arrizala, llamado así porque se creía que era refugio de brujas. Hasta la represión inquisitorial, los vascos sólo conocían a las sorgin, personajes reales, generalmente mujeres, que tenían una especial sensibilidad para la adivinación y, además, solían ejercer como curanderas, aplicando remedios a base de hierbas. La figura de la bruja, de la que no había nombre, no existía, fue impuesta por los inquisidores. Se trata de una época en la que la decisión de eliminar todo lo que no fuera católico a machamartillo se aplicó a rajatabla. Ahí entran judaizantes, criptomusulmanes, protestantes, herejes de cualquier clase y… la sorginak.
       
El procedimiento inquisitorial basaba su eficacia en la delación anónima y la obtención de confesiones a base de torturas que llevaban a condenas ejemplificantes, las cuales instauraban en la comunidad un estado de terror. La acusada o el acusado es capaz de reconocer cualquier cosa con tal de que cese el tormento. Vuelos nocturnos en una escoba, maleficios, apariciones diabólicas, transmutación en gatos negros u otros animales. Aquellos acontecimientos supusieron un impacto terrible para los pueblos vascos.

En Arrizala cuentan que las sorguinas construyeron el dolmen con piedras que bajaron mágicamente de Atokolarri en Entzia. Se dice que las bajaron en una noche, transportándolas en la punta de sus ruecas. Eso da una pista sobre quiénes eran tales sorguinas, que se ve confirmada en otra versión de esta historia, en la que se afirma que sólo había una sorguina y que se llamaba Amilamia. Esto es importante, porque Amilamia, como su nombre indica, no era una sorgin, sino una lamia, la cual vivía, junto a otras congéneres, en la cercana cueva de Lezao, en Egileor.


La inquisición

"Lamias" y "Ninfas”

Pero no sólo había lamias en Lezao, sino en otros lugares, siempre junto a fuentes o manantiales. El nacedero del río Zirauntza en Araia, se llama Iturrutxaran, que quiere decir el altar del manantial y, efectivamente, allí se encontró un ara romana dedicada a las ninfas, que venían a ser lo mismo que las lamias. Se dice que en ese lugar apareció el brazo de una mujer quien, habiendo ido a lavar a una fuente en la cueva de Santatria, mal llamada San Adrián, se cayó por una sima y apareció en Iturrutxaran.

¿Sería acaso el brazo de alguna estatua del ninfeo?

Entre Mendixur y Arbulo hay una fuente llamada Mariturri o Fuente de las brujas. Se encuentra en el cruce del Camino Real de Postas y el de los arrieros de la ruta del vino y del pescado, que iba de La Sonsierra a la costa de Bizkaia.

Era creencia generalizada hasta hace poco que las brujas se reunían en los cruces de caminos, también en éste. Los viajeros que pisaban la hierba que crecía junto a la fuente, perdían el sentido de la orientación y no sabían por dónde continuar su viaje.

En Narbaiza hay otra fuente con la misma denominación. Estas supuestas brujas, sin duda, eran lamias y la fuente, en realidad, se llamaba Lamiturri. De lamias, sorginas y brujas se decía Direnik ez da sinistu behar, ez direla es da esan behar, "no hay que creer que existen, no hay que decir que no existen".


Leyendas recogidas por Fernando Sánchez Aranaz

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