Carlos Marcote, el
pintor de Agurain y su paisaje sentimental
El centro cultural Montehermoso contó la mayor exposición del pintor
realista con paisajes y retratos locales
En los retratos realizados por el pintor alavés Carlos Marcote (Agurain - Salvatierra,
1950) se pueden contar las arrugas de la frente y los pliegues de una camisa.
Cuando el fotógrafo le pide al autor que pose, suena clic, y parece un
retratado más de los de sus cuadros. Cuando se sitúa frente a cualquiera de sus
paisajes en un plano cerrado puede dar la impresión de que está en el campo. A
pesar -o como contrapunto- a esta viveza de su obra, señala: «Simplemente hago
realismo figurativo».
Un total de 140 obras del artista cuelgan de las paradas del Depósito de Aguas de Montehermoso en la exposición que se inaugura mañana. Es la mayor muestra individual del artista, aunque no llega a ser una retrospectiva de su carrera ya que recoge obras realizadas sobre todo durante los últimos cuatro años.
El que fue alumno de Antonio López en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid dice que aprendió del manchego a mirar. El discípulo del reconocido artista, que trabaja en su primera obra religiosa para la Catedral Nueva, reconoce que sacar de su estudio tantas piezas ha sido un descubrimiento. Especialmente al ver sus pinturas en el amplio espacio. «Cuando miro las obras casi parece que no son mías», señalaba Marcote ayer en la presentación.
Esta exhibición es especial también porque es la primera vez que el Ayuntamiento de Vitoria apuesta por una presentación individual del pintor realista alavés. «Se salda una deuda histórica», reconoció la propia concejala de Cultura, Estíbaliz Canto.
Han tenido que pasar 40 años desde que su obra viajó por primera vez a la galería Ben Jonson Fine Art de Estados Unidos y se ha visto en pinacotecas de prestigio como el Reina Sofía o el Bellas Artes de Bilbao.
El empuje a esta exhibición en el centro cultural de Montehermoso lo dio el artista Carlos Lalastra, comisario de la muestra. Marcote reconoce la vida entre pinceles como su dedicación prácticamente exclusiva. «Nunca he ido por los pasillos para pedir que me expongan. Siempre he sido invitado», señaló restando importancia a ese hecho tan infrecupente para muchos artistas.
Frente al realismo tenebroso, las pinceladas de Marcote trasmiten serenidad
y hay un punto de misterio. Esta exposición recoge el paisaje alavés, el
entorno urbano de todo el País Vasco y hay una serie de retratos de familiares
y amigos. Su método es el mismo siempre: fotografiar un lugar o un personaje;
meterse en el estudio -una vieja iglesia desacralizada y reconstruida en
Bolibar, un pueblo a quince minutos de Vitoria- y pasar largas jornadas, de
hasta ocho horas, pintando.
Captar la imagen y olvidar
Para realizar los retratos de entornos rurales «cada cierto tiempo» viaja por carreteras comarcales. «Cojo el coche y me pierdo», cuenta Marcote. Saca la cámara. Dispara. «Luego no me acuerdo ni del lugar donde se han sacado las fotografías», apunta.
Coge los pinceles y el paisaje queda registrado en los cuadros. Sin embargo nunca se trata de un retrato fiel. Lo retoca y lo limpia, incluso hay carreteras que transforma en parte del arbolado. Entre las panorámicas está el embalse de Ullibarri, la sierra de Cantabria... «Son paisajes del País Vasco, del norte de Navarra y Santander», concreta algo más con una voz profunda y serena que se puede identificar perfectamente con su arte.
El idealismo que se cuela en estos lienzos ya se reflejó en la muestra colectiva 'Álava: escenario artístico contemporáneo' hace siete años en el museo Artium donde contrastaban las fotografías tomadas como base para sus pinturas y la obra finalizada.
El director del centro de la calle Francia, Daniel Castillejo (deja su cargo en octubre), es uno de los retratados y el museo ha cedido a Montehermoso la pintura de Marcote en la que aparece el escultor Koko Rico junto a un paisaje -los dos motivos de esta selección- que se puede ver a la entrada de la sala.
Estas imágenes de personajes en gran formato son las más llamativas de la muestra. Aparece el propio comisario de la exposición, Lalastra, y los artistas Lourdes San Vicente, Juan Mieg, Paco San Miguel o Mintxo frente a sus obras o en sus respectivos estudios. «Son compañeros, amigos.
Me gusta la figura y lo
que tienes más cercano siempre lo conoces mejor». Si el paisaje lo inmortaliza
limando sus imperfecciones, los retratos buscan mostrar la forma de ser del
personaje.
Su realismo no tiene tanto que ver con la fidelidad al carrete. «No encaja
en los museos históricos porque todavía no ha muerto», comenta Lalastra, medio
en serio. Sin duda, su obra inunda de vida el Depósito de Aguas de
Montehermoso. «Lo de hiperrealismo me queda artificioso», confiesa Marcote.
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