BEATAS Y BEATERIOS
DE AGURAIN
Monasterio de ULA ó
UHULA
Los beatarios pueden ser considerados como
una de las primeras formas de vida consagrada femenina no institucionalizada.
Así como los eremitorios eran forma de vida cristiana sobre todo para los
hombres, los beatarios serían para las mujeres.
En la denominación de beatas se incluyen,
aunque con matices diferentes, las sororas, seroras, freylas, freiras y
terciarias. Llevaban una vida austera, bajo el mismo techo, asociadas en
comunidad.
Alday Otxoa de
Olano, Josu M. “la vida consagrada en la
provincia de Alava”, pag. 27
Entrar a ser serora dice el Padre
Larramendi, “es tomar estado, lo mismo que entrar a ser monja y sería terrible
escándalo en el país, si después de serora se casara alguna de ellas. El
nombramiento de ellas se hace con público instrumento por los patronos de las
parroquias y ermitas.
Visto el nombramiento pasa el obispo a hacer
información de “vita et moribus”, de su edad y partidas necesarias, y despacha
el título en forma, que les cuesta muy bien, para que tomen la posesión de la
seroría y perciban los emolumentos que se acostumbran y que les pertenecen.
Entran a seroras, dando su dote, como si
entraran monjas, y la dote es mayor o menor, según la iglesia es mayor o menor
y más o menos sus emolumentos.
Visten algún hábito de religión, que
comúnmente es de San Francisco, Santo Domingo, del Carmen calzado o descalzo..
Su ministerio es atender a la decencia y limpieza de la iglesia, tenerla bien
barrida, limpios los altares, y toda la ropa blanca de ellos. Cuidar de las
lámparas, de que arda siempre la que alumbra el Sacramento y apagar y encender
las otras en tiempos sabidos. Cuidar del ceremonial particular de las mujeres
en entierros, funerales, procesiones y otros actos de la iglesia.
Salir guiando las del duelo de la casa del
difunto a la iglesia y acabada la función volver a la misma casa, en cuyo
zaguán y calle vecina se detienen todos, hasta que, rezando algo por el muerto,
dice la serora su “Requiescat in pace”.
Larramendi Manuel,
“Coreografía de la muy noble y leal provincia de Guipuzcoa” año 1754


Las beatas eran
mujeres laicas que vestían hábito y se dedicaban a la oración, al trabajo y a
ejercer tareas de asistencia social. No vivían en clausura ni profesaban votos
como las religiosas, aunque algunas alcanzaron fama de santidad. Habitaban en
su propio domicilio o en una casa en común con otras beatas, es decir, en los
beaterios.
Estas comunidades
tienen un origen muy antiguo; de hecho, se pueden remontar al mismo origen del
cristianismo. Pero la época de mayor desarrollo de las beatas se dio en la Baja
Edad Media.
El fenómeno de las
beatas y de los beaterios hay que vincularlo a una forma específica de vivir la
religión por parte de muchas mujeres, distinta de la fórmula más
convencional y establecida en las órdenes religiosas con reglas y en
monasterios y conventos. Las beatas vivieron de lleno las nuevas formas de
religiosidad relacionadas con la Devotio Moderna, es decir, el individualismo
religioso, el interiorismo y el espíritu evangélico.
En los beatarios franciscanos vivían al
estilo de las comunidades religiosas haciendo vida regular, a veces con votos,
profesando la regla de Santa Isabel. Hacían de sacristanas, bien acogidas por
el pueblo, socorridas con limosnas y defendidas en caso de violencia y
agresión. Bien consideradas también por las autoridades civiles y
eclesiásticas, las familias más distinguidas tenían a bien que alguna de sus
hijas entraran en el beatario. Muchos de los conventos anteriores al siglo
XVII, proceden de un beatario antiguo.
No hubo villa o población en el País Vasco
de alguna importancia en siglos pasados, que no haya gozado de algún beatario,
pero uno los casos más curiosos es el de Agurain donde llegaron a existir hasta
cuatro que eran:
Monasterio de Nuestra Señora de Ula (Agurain) en la actualidad convertido en caserío
Beatario de Nuestra Señora de Ula
La casa ermita de Nuestra Señora (1258) puede
considerarse como la más antigua de cuantas iglesias o ermitas ha tenido la
Villa de Agurain a lo largo de la historia.
Ula (Uhulla, 1.025; Huhulla, 1.060; Uhula,
1258, Yula, 1286; Ocuhula, 1296 fue una pequeña aldea de la Cofradía de Arriaga
hasta que pasó por cesión de esta, al rey Alfonso X, según convenio del 18 de
Agosto de 1258, junto con Agurain, Sallurtegui, Arrizabalaga, Ligardara,
Alangua y Opacua.
Ula fue cedida por el rey con todos sus
derechos a montes, pastos, árboles, hierbas, prados y aguas; con todas sus
entradas y salidas, con sus vasallos y pertenencias. En 1270 pasó a pertenecer
a la villa de Agurain, según privilegio del rey Alfonso X dado en Vitoria el 2 de
Noviembre.
Por documentación literaria sabemos que en el año 1.060 existía ya la
ermita-monasterio como iglesia parroquial, pero que en manos de gente laica
como iglesia propia. Los hijosdalgos fueron los señores de ella en tiempos en
que la aldea no fue realenga, pasando después a depender directamente del
Concejo y Ayuntamiento de Agurain, que nombraba su administrador para que
cuidara de ella y de sus propiedades y estuviera preparada para el culto y
honor de Nuestra Señora.
Hubo un tiempo en que fue atendida por unas
beatas, convirtiéndose de esta manera en el primer beatario de la Villa. Se
sabe que estaban allí en 1446, acogidas a la regla de Santa Isabel.
Marina Díaz de Santa Cruz “beata de nuestra
Señora de Ula junto con sus compañeras” ofrecía unos datos interesantes de su
presencia en dicha ermita-monasterio al hacer un informe de lo que los Señores
Justicia y Regimiento les habían otorgado para el sustento de todas las beatas
y hacer las labores de heredad: romper, labrar, segar y recoger el agosto.
Pagaron los gastos “con el trabajo de tejer y
con otros aprovechamientos que hemos tenido mediante el trabajo de nuestras
personas yo y mis compañeras y con ayuda de las buenas gentes”.
Al poco tiempo, las beatas de la
ermita-monasterio pasaron al beatario de San Pedro, quedando en Ula algunas
mujeres para el servicio de la ermita, llamadas sororas, freiras y freilas,
sucesoras en cierto sentido de las antiguas beatas.
No duraron mucho tiempo, ya que en 1620 el
obispo Pedro González del Castillo. Por decreto del papa Paulo V ordenó y mandó
“que de aquí en adelante en las
Iglesias y lugares sagrados de este nuestro obispado no haya mujer alguno con
título de Freira o Sorora, que haga oficio de sacristana, y las que hubiese
sean quitadas y removidas de las dichas Iglesias”.
Ausentes las beatas y sororas, la casa ermita
quedó tan abandonada y en unas condiciones tan penosas que ni los propios
caseros podían vivir en ella, pidiendo insistentemente que fuera renovada y se
pudiera decir misa (1695).
La ermita se mantuvo en buen estado hasta
finales del siglo XVIII, al menos, según se recoge en las Visitas de 1759 y
1764.ordenándose en 1799 que se sacasen los arcones de grano que se guardaban
en ella.
Subsiste la estructura de la iglesia
proto-gótica, hoy convertida en vivienda, establo y pajar. Es de una nave, que
debió tener cubierta de madera sobre arcos ligeramente apuntados; ábside
semicircular con moldura a un tercio de su altura y canecillos; se cubre el
ábside, al que se accede por el arco triunfal apuntado, con bóveda de horno.
En el lado de la Epístola existe una ventana
románica con arcos semicirculares y portadita en este mismo lado en arco
apuntado simple.
Actualmente se encuentra integrada en el
caserío del mismo nombre, pero en su origen era la parroquia de una aldea que
se despobló por estas fechas.
Josu Mª Alday Otxoa de Olano – La
Vida consafrada en la provincia de Alava, pag. 30 y 31

La ermita de
Santa María de Ula fue donada a la villa por Alfonso X en 1270. Hoy en día es
una vivienda, un caserío, pero aún conserva su planta rectangular con ábside
semicircular cubierto por bóveda de horno. Tuvo que tener cubierta de madera.
La imagen titular es una graciosa Andra Mari, en colección particular.
Antigua ermita de Nuestra Señora
de Ula
Según lo pagado en la Reja de San Millán, en
el año 1.025, Uhulla era uno de los
núcleos de mayor población de nuestro entorno.
Contribuía al monasterio, dentro del Alfoz
de Barrandiz, con dos rejas anuales de tributo.
En el año 1060, por donación de un noble
llamado Munio, el “monasterio” de Santa María de Ula se anexionó al de
San Juan de la Peña, monasterio situado en pleno pirineo aragonés.
Munio había edificado el monasterio “ad placente de illos barones de Alava”, es
decir con el beneplácito de los “Señores de Alava”, predecesores, seguramente
de los “Cofrades de Alava”.
En el año 1.085, Fortunio el último y más
conocido obispo con sede en Armentia, renunciaba a sus derechos episcopales
sobre Ula a favor del monasterio
aragonés.
Este Obispo provenía del monasterio de Leyre
y siempre permaneció en la órbita de Pamplona. Fue a Roma hacia 1.072 a
defender ante el Papa Alejandro II la validez del rito hispánico. Murió hacia
1.087 y con él desapareció, no sin tensiones el Obispado de Alava, absorbido
por el de Calahorra, y la liturgia tradicional hispánica fue sustituida por el
nuevo rito romano.
En el año 1.258, es decir, dos años después
de recibir Agurain, ahora puebla de Salvatierra su fuero de manos de Alfonso X,
el mismo monarca recibe de los señores de la Cofradía varias aldeas que dona a
las villas de Vitoria y Salvatierra.
A la Villa de Salvatierra le corresponden
siete, siendo una de ellas la aldea de Ula.
En el año 1.270 el mismo soberano donó al Concejo de Salvatierra el monasterio de Ula, para que éste le
ayudara a amurallar la Villa.
En el año 1.305 Fernando IV confirmó esta
donación incluyéndose, entre heredamientos de Ula, los monasterios de Langarica, Yraçaba y Soriella.
Según consta en 1.446 atendían la ermita
las beatas de San Pedro, acogidas a la Regla de Santa Isabel, Posteriormente
pasaron a Salvatierra.
Al Noroeste de Salvatierra – Agurain y
próximo a la Villa se encuentra el Caserío de Ula y dentro de él los restos de la antigua ermita de Santa María,
que en origen fue la parroquia del lugar.
Fue construida en la primera mitad del siglo
XII y se adscribe al románico tardío. Al este del complejo labriego se proyecta
la cabecera, formada por un ábside semicircular con moldura a un tercio de su
altura y una línea de canecillos soportando la cornisa.
Consta de una sola nave, que pudo tener
cubierta de madera sobre arcos ligeramente apuntados. Se cubre el ábside, al
que se accede por arco triunfal apuntado, con bóveda de horno.
Un ventanal románico con arcos de medio punto
en el muro sur, junto con canecillos lisos y el arco apuntado simple de su
antigua portada completan los testimonios de este antiguo templo medieval.
La ermita se mantuvo en buen estado hasta
finales del siglo XVIII, según se deduce de lo recogido de las visitas de 1759
1764.
En el año 1799 se ordenó sacar de allí los
arcones de grano que se guardaban en ella. La última referencia a esta ermita
sobre su situación se produce en el año 1.910, cuando se menciona por su
evidente deterioro.
Las beatas de Nuestra Señora de Ula y de Nuestra
Señora de Arana
Las beatas, así como los beaterios fueron una
institución en Euskal Herria durante el siglo XVI y en muchos casos fueron el
embrión de algunos conventos actuales.
El acceso a estos beaterios lo hemos
encontrado en la documentación de la ermita
de Hula, cuya precisa ubicación nos es conocida gracias a que todavía se
conservan algunos vestigios cerca de Agurain, se trata de una ermita muy
antigua, ya que fue donada por Alfonso X a Salvatierra en 1270, con el nombre
de Yhula, donación que confirmó
Sancho IV el 28 de Abril de 1286.
Sin duda, estos antecedentes históricos
justifican que se señale la Villa de Salvatierra como patrona de esta ermita, y
que ella acapare todas las competencias en los asuntos referidos a sus beatas,
sin que en ningún caso hagan la más mínima alusión a las autoridades
eclesiásticas.
Cuenta
Florencio Arza que este silencio pudo deberse a que durante el siglo XVI hubo
un vacío legal que subsanó el obispo Pedro Manso de Zuñiga (1593-1612), quien
en el Libro III, capítulo 5 de sus Constituciones Sinodales de 1.601 dispone lo
siguiente:
“Que las
hermitas ni casas cerca de la Yglesias no pueda aver mas de una sorora o frayla
y que hedad ha de tener y qual ha de ser su oficio”.
Pero, en ningún caso, Salvatierra podía
sustraer a los decretado, porque esta villa no podían entrar visitadores (por
aquí no pasó ni el mismísimo licenciado Gil), privilegio que renovó al ganar un
pleito sobre el asunto en 1619.
AHPA – Escribano Juan Ochoa de
Arrizala, protocolo 2162, f. 26.
COMUNIDAD DE BEATAS DE ULA
En esta ermita residía una comunidad de beatas, en las que se
podía integrar cualquier candidata que solicitara el ingreso a la Justicia y
Regimiento de la Villa, que reunido en sesión plenaria, estudiaba la solicitud
antes de que un escribano allí presente levantara la correspondiente acta de
reunión con las cláusulas de obligado cumplimiento por parte de la candidata,
sin que hayamos localizado ningún caso en que una candidata haya sido
rechazada.
Aunque, tal y como sigue contando Florencio
Arza, también contaban las influencias que la aspirante tenía entre los
miembros del Concejo. Así después de vista la solicitud de Marina de Santa
Cruz, en la escritura de aceptación del 27 de Septiembre de 1587, re reconoce
que se la admite por dos motivos:
“..Aviendo
visto su voluntad y por ser hija de quien hera…”
AHPA, Escribano Martín de San
Roman, protocolo 5319, ff 186-187.
Otros padres dispusieron en su testamento la
dote necesaria para que sus hijas pudieran acceder a este oficio. Por ejemplo,
Catalina Fernández de Vicuña al mostrar sus últimas voluntades el 4 de Mayo de
1597, reserva una cláusula para ordenar el pago correspondiente. De esta
manera, antes de morir, vio cumplida la promesa (e ilusión particular) de que
su hija Marina ingresara de beata en Nuestra
Señora de Hula:
“Yten, declaro
que a my me tienen ofrecido deudos y parientes que darán horden de que con sólo
dar yo la ropa blanca que sea costumbre, entrarán por beata a mi hija Marina en
la devota casa de Nuestra Señora de Hula
cuyo patrón es esta Villa, con la manda de las diez fanegas de trigo que a cada
una de mis hijas mandó mi tío Diego Martínez de Oquerruri, difunto”.
Es mi voluntad que siendo así, le dé la dicha
Marina, mi hija, entre por religiosa en la dicha casa de Nuestra Señora de Hula”.
AHPA. Escribano Martín García de
Zuazo, protocolo 5002, f.55
Contaba Arza Alday que las condiciones de
vida a las que estaban sometidas estas criadas, como las de estas ermitas se
pueden ver suficientes elementos para concluir que no eran nada atractivas.
Para empezar debían estar disponibles las
veinticuatro horas del día: “fuesen sus
criadas así de día como de noche”.
Ante este cúmulo de razones tan poco
favorables a las criadas podemos entender que Juan García de Zuazo sea quien
promueva como beata de la ermita de Ula
a “Madalena Martínez de Adana su criada “quizás porque es consciente que va a
disfrutar de unas condiciones de vida que él como patrón no le podía ofrecer.
Prueba de ello es que actúa con una
diligencia tal que no se explica si no se sintiera urgido ante lo que pudiera
ser una oportunidad única, que tal vez nunca más se le volviera a presentar a
su criada de forma y manera de que él mismo se hace cargo de todo, desde
presentar la solicitud de admisión al Concejo de la Villa alavesa de
Salvatierra –Agurain, a correr con el pago de la dote exigida, que si
comparamos con las abonadas por otras candidaturas resulta ciertamente abusiva,
nada más y nada menos que “quarenta ducados luego pagados, y sus vestidos, y su
ropa y axuar..”
Arza Alday, oc. Pag. 170.
AHPA Escritura de la entrada de
Magdalena Martínez de Adana como beata en la ermita de Nuestra Señora de Ula de
Salvatierra Agurain, e inventario de la dote entregada.
Escribano Martín de San Román.
Protocolo 5319, ff. 186-187
Estas beatas reclaman para sí una identidad
propia que se fundamenta en su condición de legas, como se aferran las de
Salvatierra – Agurain, por eso desde el mismo momento en que presentan su
candidatura tienen muy claro que sus aspiraciones coinciden con un modelo
perfectamente definido que es el que encaran sus futuras compañeras:
“beata, mera, lega y libre, como heran las
demás beatas que avía y abia avido en la dicha devota casa de Ula..”
AHPA – Solicitud de admisión de
Marina Díaz de Santa Cruz para la devota casa de Nuestra Señora de Ula de
Salvatierra – Agurain.
Escribano Martin de San Román,
protocolo 5315 . f. 246
Y no estaba de más que todas ellas
manifestaran que querían ver cumplidos sus deseos en estos términos tan
precisos, pues les permitían diferenciarse de las que entonces estaban
afincadas intramuros, quienes después de haber experimentado su propia
evolución pasaron a convertirse en las “beatas profesas de San Pedro”, así llamadas
porque desde 1622 profesan la Tercera Orden Regular de Penitencia o de Santa
Isabel
Uribe Angel, “Asentamiento y
expansión de la Orden de Santa Clara en el País Vasco en AIA, nº 54, 213-214,
1994, pag. 233-255, pag. 246.
Memoria de las Cuentas de la
Ermita de Ula, de los
años 1602 a 1605, presentados a Salvatierra por Marina Diaz de Santa Cruz,
beata
Memoria, 6
folios – OLIM: Ermita de Ula nº 28
1 de Agosto
de 1602 – 1 de Agosto de 1606
AMS – Caja 39 nº 7
Existía un gran número de las candidatas a
beatas hijas de viudas. En tales casos, madre e hija interpretarán la admisión
de la hija como un favor impagable al que corresponderán con una disposición
absolutamente servicial expresado en el besamanos, no en vano la deuda de
gratitud que iban a contraer, la misma que nunca se termina de pagar, es la
única contrapartida que pueden ofrecer madre e hija:
“me hagan
merçed de admitirme por veata a Marina Fdernandez de Leçeta , mi hija en la
casa y hermita de Nuestra Señora de Ula como señores y patrones que son de la
dicha casa en nombre de esta villa, que hazer la admisión servirán a Nuestro
Señor e yo quedaré obligada al serviçio de vuestras merçedes y de esta villa
cuyas manos beso”.
A.M.S – Admisión de Marina
Fernández de Lecea como beata de la ermita de Ula hecha por el gobierno y
regimiento de la Villa de Salvatierra – Agurain en vista de su petición y que
cuenta con el preceptivo permiso paterno. Caja 35. Doc. 14
HISTORIA DE NUESTRA SEÑORA DE ULA
1.
Nuestra Señora de Ula: la casa ermita de
Nuestra Señora de Ula puede considerarse como la más antigua de cuantas
iglesias o ermitas ha tenido la Villa a lo largo de la historia. Ula (Uhulla, 1.025; Huhulla, 1.060;
Uhula, 1.258; Yula, 1.286; Ocuhula, 1.296), fue una diminuta aldea de la
Cofradía de Arriaga hasta que pasó, por cesión de ésta, al rey Alfonso X, según
convenio del 18 de agosto de 1258, junto con Agurain, Sallurtegui,
Arrizabalaga, Ligardara, Alangua y Opacua.
Ula fue cedida al rey con todos sus derechos a
montes, pastos, árboles, hierbas, prados y aguas; con todas sus entradas y
salidas, con sus vasallos y sus pertenencias.
En
1270 pasó a pertenecer a la villa de Agurain, según privilegio del rey Alfonso
X dado en Vitoria el 2 de noviembre.
Año 1564 – Se arreglan las cerraduras de las
puertas de Santa María, San Juan y Hula pues no se podían abrir, el 2 de
Octubre de 1564 y el 16 de Noviembre se paga a los encargados de abrir y cerrar
las puertas 300 mrs.
AMA. C- 425-4
Por
documentación literaria sabemos que en el año 1060 existía ya la
ermita-monasterio como iglesia parroquial, pero en manos de gente laica como
iglesia propia. Los hijosdalgos fueron los señores de ella en tiempos en que la
aldea no fue realenga, pasando después a depender directamente del Concejo y
Ayuntamiento de Agurain, que nombraba su administrador para que cuidara de ella
y de sus propiedades y estuviera preparada para el culto y honor de Nuestra
Señora.
Hubo
un tiempo en que fue atendida por unas beatas,
convirtiéndose de esta manera en el primer beaterio de la Villa. Se sabe que
estaban allí en 1446, acogidas a la regla de Santa Isabel. Marina Díaz de Santa
Cruz "beata de nuestra señora de Ula junto con sus compañeras" ofrece
en 1601 unos datos interesantes de su presencia en dicha ermita-monasterio al
hacer su informe de lo que los señores Justicia y Regimiento les habían
otorgado para el sustento de todas las beatas y hacer las labores de la
heredad: romper, labrar, segar y recoger el agosto.
En
total: diez reales, seis fanegas y media de trigo, media fanega de centeno y
cuarta y media de lenteja. En la cosecha de agosto se recogieron, de las
heredades que estaban sembradas:
- 24 fanegas de trigo
- 2
" de lenteja
- 2
" de arbeja prieta
- 8 "
de avena
- 1
" de trigo recogida de
limosna
- 1
" de trigo del arriendo en Zuazo
En el acarreo y la trilla lo hicieron a
cuenta de la paja. Habían pagado y gastado lo siguiente:
- 7 reales a Mateo López
de Salazar, boticario, por cosas de botica
- 7 reales por una bara
de paño para adrezar las sayas de las beatas
- 30 reales por los
alquileres de 12 jugadas, a dos reales y medio por cada una
- 11 reales gastados en
carne y vino
- 2 ducados por siete
carros de leña
- 7 reales por siete
libras de aceite gastados en el alumbrado
- real y medio por el
arreglo de unos zapatos
A todo esto había que añadir los cinco
cuartos de trigo pagados a los clérigos de la iglesia de Santa María por misas
de aniversario y los ocho reales pagados a los dichos clérigos por las
completas. Pagaron todos estos gastos "con el trabajo de tejer y con otros
aprovechamientos que hemos tenido mediante el trabajo de nuestras personas yo y
mis compañeras y con ayuda de las buenas gentes".
Al poco tiempo, las beatas de
la ermita-monasterio pasaron al beaterio de San Pedro, quedando en Ula algunas
mujeres para el servicio de la ermita, llamadas sororas, freiras o freilas,
sucesoras en cierto sentido de las antiguas beatas.
No duraron mucho tiempo, ya que
en 1620 el obispo D. Pedro González del Castillo, por decreto del Papa Paulo V
ordenó y mandó "que de aquí en adelante en las Iglesias y lugares sagrados
de este nuestro obispado no haya mujer alguna con título de Freira o Sorora,
que haga oficio de sacristana, y las que hubiese sean quitadas y removidas de
las dichas Iglesias".
Ausentes las beatas y
sororas, la casa ermita quedó tan abandonada y en unas condiciones tan penosas
que ni los propios caseros podían vivir en ella, pidiendo insistentemente que
fuera renovada y se pudiera decir misa (Año 1695).
El cabildo eclesiástico solía
bajar a Ula la víspera de Navidad para celebrar la misa cantada y otros actos
religiosos.
En 1689, la casera
María de Beydacar, dio al ayuntamiento 8 fanegas de trigo por la renta anual. Y
se pagaron 340 maravedís a Joseph de Ocharan, carpintero, por el trabajo de
retejar el tejado.
Decía Herike Knörr: Que
existía un fenómeno en la clase de apellidos aguraindarras antiguos: Se trata,
por ejemplo del apellido de la casera de Ula, en el siglo XVII, llamada María
Saenz de Beydacar. Creo que no es muy arriesgado suponer que el apellido
“behi-dacar” (“trae la vaca”) quizás significando riqueza (o es una apellido
irónico)
En 1699, Juan de Madina,
maestro carpintero, retejaba el tejado y componía la cruz de alabaca que estaba
caída.
En 1705 la casera hizo
arrendamiento de casa y heredades. El ayuntamiento pagaba en 1706 una puerta
principal para la ermita.
En la sesión del ayuntamiento
del 5 de agosto de 1710 se determinó arreglar el tejado y fabricar un horno en
la casa, todo a costa de propios de la Villa.
En 1713 se pagaron 1.122
maravedís a Juan de Garaicoechea, tejero, por dos carros de teja que se
trajeron para la ermita; 323 m. a la casera María Sáez, por la conducción de
dos carros de teja; 544 m. a Sebastián Fernández de Lecea, vecino de Andoain,
por un carro de tablas que trajo para la ermita; 1.054 m. a Martín de Zufia,
por seis oficiales, a 5 reales, y 1 real de entengas que puso en componer la
ermita.
En 1724, el casero Urbano
Ochoa de Heguilleor, cobraba 8 fanegas de trigo por la renta anual.
La ermita se mantuvo en buen
estado hasta finales del siglo XVIII, al menos, según se recoge en las Visitas
de 1759 y 1764, ordenándose en 1799 que se sacasen los arcones de grano que se
guardaban en ella. Subsiste la estructura de la iglesia protogótica, hoy
convertida en vivienda, establo y pajar.
Visita del
año 1799 del Libro de Fábrica de Santa María de Salvatierra, pag. 128, 129
En la Villa de Salvatierra a catorce de
Septiembre de 1799, el Ilmo. Señor Don Francisco Mateo Aguiriano por la Gracia
de Dios Obispo de este obispado de Calahorra y Lacalzada, Señor de la Villa de
Arnedillo visitada la Iglesia de Santa María se halló todo con limpieza y
aseo.
Igualmente se visitó la Hermita de Nuestra
Señora de Ula, cuyas paredes necesitan de un reboque y blanqueo.
En el interior de esta hermita se vió un
arcón que sirve para guarda de granos con irreverencia y además existen en
custodia otras dos arcas de la casa inmediata que se manda a SY. Que sin la
menor dilación se quiten de dha. Hermita dos arcones y arcas, que se blanqueen
y compongan sus paredes las paredes, que en adelante no se custor¡die en ella
cosa alguna que no corresponda a lugar sagrado y quando se diga Misa se adorne
su altar con tres manteles, cruz con crucifijo, sacras y demás necesario, pena
de veinte ducados y con apercibimiento a lo demás que en derecho haya lugar.
Es de una nave, que debió
tener cubierta de madera sobre arcos ligeramente apuntados; ábside semicircular
con moldura a un tercio de su altura y canecillos; se cubre el ábside, al que
se accede por arco triunfal apuntado, con bóveda de horno. En el lado de la
Epistola existe una ventana románica con arcos semicirculares y portadita en
este mismo lado en arco apuntado simple.
Bibliografía:
Archivo
Municipal de Agurain
Archivo del
Obispado de Gasteiz
Geografía General del País Vasco-
Navarro de Vicente Vera
Cosas de Salvatierra de Fortunato
Grandes
LA VIDA
“MORAL” EN AGURAIN - SALVATIERRA EN
LOS SIGLOS XVII Y XIX
JESUS MARIA
ALDAY OTXOA DE OLANO- Misionero
Claretiano de Agurain
La vida
consagrada en la Provincia de Alava Josu Mª
Alday Otxoa de Olano
Catalogo monumental de la
Diócesis de Vitoria
Salvatierra Parroquias, capillas
y ermitas de José María de Azcarate y Ristori.
Florencio Arza Alday : El oficio de beata en Salvatierra-Agurain
(Álava-Araba) en el siglo XVI
Azkarate Ristori, J.M. 1982, pag. 173.
Lopez de Guereñu, Gerardo, 1962, pag. 380, Alava solar de arte y
de fé
Palacios Mendoza, Victoriano 1998, pag. 343 y 344, Patrimonio
arquitectónico en la cuadrilla de Salvatierra
Portilla Vitoria, Micaela J. 1991, pag. 80 – Camino de Santiago
por Alava
López de Ocariz Alzola, JJ. 2002, pag 107 – Salvatierra - Agurain
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