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miércoles, 30 de marzo de 2022

Levantamiento del clero 1821

 

1821 LEVANTAMIENTO DEL CLERO EN AGURAIN - SALVATIERRA

  


AÑO 1821

La localidad de Salvatierra fue el escenario de un importante levantamiento realista promovido por el clero contra el régimen constitucional. A primeros de marzo de 1821 se pidió al Ayuntamiento de Bilbao destacamentos de 15 milicianos con otros tantos cazadores del regimiento de León para que se reuniesen en Otxandiano.

 Esto se debió a que se había levantado José Ignacio de Uranga, al frente de 1.500 hombres. Sin embargo, el Ayuntamiento de Bilbao no accedió a ello por considerar que no se cumplían ciertos artículos del reglamento de milicias. Posteriormente, se accedería a tales peticiones. El día 24 hubo un pequeño encuentro entre la tropa y milicianos de Bilbao y los insurrectos en Otxandiano con el cura Merino.

El día 25 se ordenó que la tropa se replegase hacia Bilbao con el fin de proteger esta Villa.

La insurrección fue vencida en Salvatierra. [E. J. L.: «H. G. S. B.», t. VIII,p.82-84


LA REBELION DE SALVATIERRA (1821)

Fracasados pequeños intentos de rebelión en Alava, como el de Labastida por el cura beneficiado Don Antonio Amurrio, en Febrero del año 1821, surge un importante brote en la Villa de Salvatierra - Agurain en la primavera del mismo año, dirigido esta vez por Don José de Uranga, que en estas tempranas fechas, no pasa del grado de subteniente y cabo del “Resguardo Montado”, que en aquella época existía en nuestra Villa.

Aunque éste nuevo foco fue apagado, las consecuencias de la derrota de los realistas traerá a la Iglesia muchos quebrantos y sufrimientos. Uno de sus sacerdotes será ahorcado en la Plaza Nueva de Vitoria, y otros correrán el mismo riesgo, aún cuando sean salvados en última instancia. El carácter eclesial  del levantamiento de Salvatierra no es tampoco dudoso aquí. Los sacerdotes alaveses son los mejores propagadores de la guerra civil en Alava.

“El Jueves Santo de este año de 1821, según costumbre, se ha reunido el Ayuntamiento de esta Villa (Salvatierra) con el objeto de hacer las estaciones, y conforme los individuos de él, iban llegando a la Sala, se nos intimó el arresto en clase detenidos, por el ayudante, Don Mateo de Luzuriaga y su fuerza, que a la sazón parte de ella estaba en la citada sala.

La fuerza que ha entrado en esta villa, reunida a la de la misma, ha publicado en las calles y plazas, gritando ¡Viva la religión!, ¡Viva el Rey!, ¡Muera la Constitución!”

El oficio está firmado por Juan López de Opacua en Salvatierra el 19 de Abril de 1821. 


 

Como “principales conspiradores” se citan los nombres de:

“Don Nicasio Velasco a quien la opinión pública señalaba como principal conspirador. Don Pedro Barrio, Don Cristóbal de Ugarte, Don José de Asteguieta, Padre Acebedo, fraile franciscano, el padre Tobalina y Don Gregorio Luzuriaga, abogado”.

    Como jefe militar de la insurrección estaba al frente de las fuerzas militares el subteniente José de Uranga.

    En cuanto en Vitoria se tuvo noticia del levantamiento,

“se tomó el impremeditado y funesto acuerdo, de enviar a Salvatierra al coronel Don Fermín Salcedo, con veinte soldados, veinte milicianos, y veinte miñones con 26 caballos, insignificante fuerza, que apenas dio vista a Salvatierra, se vió arrollada por más de 800, que la destrozaron en desigual combate, retirándose a Vitoria con grandes pérdidas, en hombres y caballos, que muertos y prisioneros quedaron en poder de los envalentonados realistas” (Ibid, 455).               

 

Don José de URANGA

   “Subteniente y cabo entonces del Resguardo montado de la expresada villa de SALVATIERRA, el día 19 de Abril de 1821 habiendo reunido en un momento, pasados de dos mil Realistas, y colocado al frente de ellos, fue el primero que en el Reyno, levantó el grito de ¡Muera la Constitución! Y ¡Viva el Rey absoluto! ¡La Patria y la Religión!.

     Inmediatamente arrestó a varios eclesiásticos y seculares partidarios del sistema constitucional, e hizo prisioneros a una Compañía entera de Voluntarios Nacionales, compuesta de individuos de la mencionada Villa y pueblos de su circunferencia, despojándola de sus armas, vestuarios y municiones.



    Este glorioso suceso que fue un vivísimo estimulante para que la Nación toda imitase el ejemplo del expreso Don José de URANGA, llamó la atención de las tropas voluntarias liberales existentes en la ciudad de Zaragoza, Pamplona, Valladolid, Burgos, Logroño y Vitoria, y conmovió sus ánimos en tal disposición, que, dirigiéndose a marchas dobles a la precitada Villa, se introdujeron en ella, consiguieron por entonces a beneficio de la superioridad de sus fuerzas, la disolución de la reunión, y cometieron, más fieros que las mismas fieras, las mayores atrocidades, y, sin perdonar a sexo ni condición, todo género de excesos, aprisionando al referido Don Bernardo de ZUBIA, como interesado próximo del mencionado URANGA y cómplice principal de la por ellos mencionada sedición, y conduciéndole a las dos horas por todas las calles de SALVATIERRA entre bayonetas, llenándole de improperios, insultos, sarcasmos, y amenazándole a cada momento con la muerte; y, aunque a fuerza de recomendaciones, pudo conseguir bajo fianza (que prestaron personas de la mayor categoría) soltura de aquel penoso encierro, fue , dándole la Villa por cárcel.

    Estuvo en su casa, y un día, después de celebrada la Misa Mayor, el día 8 de Febrero de 1823, fue de nuevo apresado de orden del referido Comandante, y aprisionado en el cuartel por espacio de doce días; y si por entonces no le asesinaron, como a su socio en la prisión, el maestro de primeras letras del pueblo de ADANA, Antonio Oqueda, fue con objeto de atormentarle más y más y verificar el asesinato en otra ocasión; y así fue el General PIQUERO, expidió la providencia, de que el expresado Don Bernardo fuese conducido a las cárceles de Vitoria; providencia que no tuvo efecto, por haber certificado bajo juramento los físicos, precedido el reconocimiento, su absoluta imposibilidad para ponerse en camino…pero fue arrestado, recluso e incomunicado en su casa, después de haber garantizado cuatro sujetos, los más hacendados de la referida Villa; en la que se mantuvo rodeado de continuos e inminentes peligros, esperando por instantes la muerte más cruel, que cinco días hacía se hallaba decretada, y ciertamente se habría realizado, si por un milagro del cielo y disposición del indicado sobrino, Don José de URANGA, no lo hubiera arrancado de su casa a las once y media de la noche del día 1º de Abril de 1823.

    La Compañía de los valientes cazadores de su primer Batallón, que para el efecto se introdujo en dicha Villa, asaltando las murallas de ella, y conduciéndole con su hermana y algunos amigos a Santa Cruz de Campezo, en donde se hallaba y tenía su Cuartel General, y en donde se mantuvo bajo la salvaguardia del referido sobrino Don José, hasta que se retiraron los enemigos.

     Pero al regreso halló para colmo de desgracias, despojada la casa de los mejores y más preciados efectos que tenía en ella.

Salvatierra 27 de Noviembre de 1823.

Archivo Diócesis de Calahorra – Vicaría de Salvatierra. 

    Fue pues, Uranga el jefe militar de ésta rebelión aún cuando no “el primero que en el Reyno levantar el grito de ¡Muera la Constitución! Y ¡Viva el Rey!, como alardeaba el documento; ya que el Beneficiado de Labastida le ganó la primacía.

   Uranga encontró en el clero de Salvatierra y sus alendaños, activos cooperadores en el sedicioso empeño. Este clero se lanzó con ímpetu y celo, a desarraigar la cizaña constitucionalista en los trigales de Dios.

   La aventura pascual del cabecilla Uranga, tuvo un fin rápido y desastroso. Aunque no se posee una documentación sobre la sucesión de los choques bélicos, o escaramuzas que sin duda se dieron entre realistas y constitucionalistas. Tan sólo aparece en los papeles históricos el término de “Ventas de Sumillas”, brizna deleznable, y sin duda exigua, del conjunto de operaciones que debieron de llevarse a cabo, para limpiar las gavillas de “facciosos” que se irguieron en Salvatierra, y contra las que se concentraron fuerzas extraordinarias.

Serván afirma que:

   “salió una expedición secreta de esta Villa de Vitoria a las dos de la madrugada compuesta de mil hombres con tres cañones, a las ordenes del Brigadier Don Joaquín Rivacoba, a la que no hizo frente Uranga, que se retiró con cuatrocientos de los suyos en dirección de Guipúzcoa”.                  

    Otro de los guerrilleros y cabeza de la facción en Salvatierra, fue su escribano Don Trifón Ortiz de Pinedo, este:

   “evacuó de noche Salvatierra, evitando el encuentro con los constitucionalistas, pero perseguido y alcanzado por 140 voluntarios de Cataluña cerca de Ochandiano, fue batido y derrotado con grandes pérdidas”.

   “Seguí su alcance –escribe en parte oficial dirigido al General de Alava y firmado por Fernando Alvarez Sotomayor- y en la venta de Gomilaz completé su derrota, logrando su total dispersión, después de haberlo muerto 25 hombres  y hecho prisioneros como setenta, cogiéndoles cinco caballos, un cajón de cartuchos y un gran número de fusiles, bayonetas y escopetas.

   El escribano Ortiz de Pinedo murió en la refriega.



EL CABECILLA URANGA HUYE A SANTA CRUZ

     URANGA, más diestro que sus subordinados en asuntos guerreros, huyó tras la derrota a uña de su caballo a Santa Cruz de Campezo, donde instalará su Cuartel General, dejando entre las manos de los enemigos, un número de prisioneros, entre los que se cuentan, sacerdotes regulares y seculares que se unieron al movimiento sedicioso, y cuyas vicisitudes narraremos después.


    No eran sólo militares y escribanos los jefes de la guerrilla. Una partida sediciosa estaba dirigida por el cura Don Martín García, que lo era de Santa Cruz de Campezo, que fue disuelta, y otra, que quedó en pie, estaba dirigida por el cura Don Isidoro Salazar.

      “ que luego de destruir la lápida de la Constitución en Labastida y apoderarse de las armas y municiones y caballos, cayó días después sorprendido en la villa de Nazar, a las 9 de la noche, perdiendo once hombres y seis prisioneros, entre ellos el cura de Peñacerrada..”

Archivo Diocesano de Calahorra. Ibidem 458-459.


FOCOS DE INSURRECCION

   Lo que es preciso resaltar aquí, es que los focos insurrecciónales se multiplicaban, y se extendían con extremada celeridad. El amago de guerra civil era patente: la acción sacerdotal a favor de ésta también. Ante esto el Jefe Político cerca del Prelado:

“Ilmo. Señor:

   Las deplorables ocurrencias de esta provincia, precisamente en los días consagrados a la solemnidad de los más santos misterios de nuestra religión, han realizado desgraciadamente y con excesos los funestos presentimientos, que me vi obligado a manifestar a V.S.I. en mi carta del día 10 de Mayo.

   Los Ministros de un Dios de paz, fomentando la guerra civil. Los pastores mismos convertidos en lobos de su rebaño…¡ O ceguedad de dolor!. Pero lejos de mí el afligir el sensible y cristiano corazón de V.S.I. con el cuadro espantoso de horrores y desgracias que han procurado llamar sobre un país modelo siempre de virtudes sociales, un número demasiado grande de eclesiásticos, ilusos, corrompidos,  o ambiciosos, que se han afanado por sustituir el imperio de sus errores al imperio de la verdad y de la ley.

    Echando un velo sobre todo lo pasado, en cuanto no sea necesario tener presente para cortar iguales sucesos en lo futuro, me limitaré pues a incluir a V.S.I. una lista de Eccos seculares y regulares, que han tenido una parte activa y ostensible, en la rebelión de SALVATIERRA y otros pueblos de esta provincia, con una nota calificatoria de los delitos o desórdenes  que cada uno ha cometido, y cuya prueba, con circunstancias agravantes sería fácil de hacer, con arreglo a las leyes.

   Al remitir a V.S.I. esta lista, mi objeto es promover el castigo que la vindicta pública, reclama altamente, contra los que prostituyendo su ministerio y santidad, han conspirado o ayudado a los conspiradores en sus infames tentativas, evitarles el ser perseguidos…alejarles de la mira de los buenos, cuyo celo se irrita, y de las familias a quienes su presencia recuerda la pérdida dolorosa de sus hijos, hermanos y esposos seducidos y alucinados por ellos; en fin, poner un freno a los sacerdotes díscolos y disidentes, que estuvieran dispuestos a imitarlos comprometiendo el honor y buen nombre de muchos ilustrados, y dignos Eclesiásticos.

   La justicia, el amor de la patria y de la humanidad, el deber de mi servicio, el decoro y la dignidad del carácter sacerdotal que no podría enos que resentirse del escándalo que habían de ocasionar, tanto número de Eccos  procesados, y el conocimiento del mejor efecto que producirían los castigos hechos por V.S.I. me han sugerido la idea de poner en su noticia, estas consideraciones para que haga de ellas el uso que crea más conveniente. Dios, etc..

Vitoria a 27 de Mayo de 1821         Manuel de la Riva Herrero


Aneja a esta carta va la lista de clérigos que tomaron parte en las revueltas de SALVATIERRA:

   “Lista de Eclesiásticos seculares y regulares de la Provincia de ALAVA  que han tomado parte en la rebelión de SALVATIERRA y otros puntos y no han sido presos ni procesados; y de los que sin haber influido directamente en aquella rebelión, han conspirado por medios indirectos.

SECULARES

Don Esteban de SALAZAR, Presbítero Beneficiado de SUBIJANA (Alava). Abandonando sus obligaciones, se unió a los facciosos y ha andado ocho o nueve días en su compañía.

Don Manuel VICUÑA, Beneficiado de ZUAZO DE SALVATIERRA, Instigador de la juventud, para que tomara las armas y se uniese a los facciosos de SALVATIERRA, en cuya conspiración ha tomado parte, desde muy a los principios

Iglesia de Zuazo de Salvatierra                                                                            

Don Ramón VICUÑA, Beneficiado de ZUAZO DE SALVATIERRA. Hermano del anterior, auxiliador suyo tan eficaz que tiró el primer tiro, en la tarde del Jueves Santo, por defender a uno de los cabecillas de los rebeldes ó facciosos, que iba a ser preso por los miñones.

Don Manuel de LUZURIAGA, Cura de ELBURGO. También instigador metido en el complot de sedición, éste cura era cuñado del cabecilla Trifón Ortiz de PINEDO, a quien daba avisos durante la permanencia de éste en SALVATIERRA, a cuyo pueblo asistió el día de Sábado Santo por la mañana con otros conspiradores.

Don Agustín de ELGUEA, cura de ERENCHUN. Instigador, confidente del cabecilla Pinedo, que se unió a los facciosos abandonando su Iglesia.

Don Pedro VELEZ DE MENDIZABAL, Cura de LUZURIAGA. Instigador de la sedición, fue causa de la que se manifestó en su pueblo el Jueves Santo y condujo a los jóvenes a SALVATIERRA.

Don Francisco de UGALDE, Beneficiado de HEREDIA. Instigador de los sediciosos en el pueblo de DALLO; salió con ellos a hacer fuego a los milicianos nacionales de Vitoria a donde se retiraban el Viernes Santo de SALVATIERRA.   

 


REGULARES

 Fray Casimiro ACEBEDO.  Fugado del Convento de San Francisco de Vitoria.

(Años más tarde de la insurrección de SALVATIERRA, en 1823 pronunciaría un sonado sermón recogido por Javier Sánchez Erauskin:

Un sermón anticonstitucional de “Fray Demonio” en la Vitoria de los Cien Mil Hijos de San Luis- 4-V-1823)

 Fray Tiburcio BASTERRRA. Del mismo convento. Salió en la Semana Santa

 

GUERRA CIVIL EN ALAVA 1821 (Jesús Mari Alday)

Año 1821

         A los pocos meses de iniciada la guerra civil en Álava (28 de enero de 1821), entre realistas y constitucionalistas, estallaba en Salvatierra, dirigida por D. José de Uranga, entonces subteniente y cabo del "Resguardo montado" ubicado en la Villa, con la colaboración nada despreciable del elementó eclesiástico bajo el grito de "¡Muera la Constitución!" y "¡Viva el Rey absoluto!". ¡La Patria y la Religión!”.

       Rebelión que fue sofocada pero que supuso gran conmoción en Salvatierra y alrededores: "El jueves Santo de este mismo año de 1821, según costumbre, se ha reunido el Ayuntamiento de esta Villa (Salvatierra) con el objeto de hacer las estaciones, y conforme los individuos de él, iban llegando a la sala, se nos intimó el arresto en clase de detenidos, por el ayudante, D. Mateo de Luzuriaga y su fuerza, que a la sazón parte de ella estaba en esta citada sala.

    La fuerza que ha entrado a esta villa, reunida a la de la misma, ha publicado en las calles y plazas, gritando ¡viva la religión!. ¡Viva el rey! y ¡muera la Constitución!".

      La entrada a la villa se hizo mediante escalamiento de la muralla. Con dos mil realistas contaba D. José de Uranga.

       Arrestó a cuantos eran partidarios del sistema constitucional; hizo prisioneros a una compañía entera de Voluntarios Nacionales "compuesta de individuos de la mencionada Villa y Pueblos de su circunferencia, despojándola de sus armas, vestuarios y municiones", disolvieron la reunión del Ayuntamiento y "cometieron, más fieros que las mismas fieras, las mayores atrocidades, y, sin perdonar a sexo ni condición, todo género de excesos, aprisionando a D. Bernardo de Zubia, como interesado próximo del mencionado Uranga y cómplice principal de la por ellos denominada sedición, y conduciéndole a las dos horas por todas las calles entre bayonetas, llenándole de improperios, insultos y sarcasmos, y amenazándole a cada momento con la muerte...".

        Entre los rebeldes se encontraban no pocos sacerdotes y religiosos como D. Esteban de Salazar, cura de Subijana ("se unió a los facciosos y ha andado ocho o nueve días en su compañía"); D. Manuel Vicuña, cura de Zuazo ("investigador de la juventud para que tomara las armas y se uniese a los facciosos de Salvatierra en cuya conspiración ha tomado parte"); D. Ramón Vicuña, cura de Zuazo y hermano del anterior "auxiliador suyo tan eficaz que tiró el primer tiro en la tarde del Jueves Santo por defender a uno de los cabecillas de los facciosos que iba a ser preso por los miñones"; D. Manuel de Luzuriaga, cura de El Burgo "asistió el día de Sábado Santo por la mañana con otros conspiradores a Salvatierra; instigador metido en el complot de sedición"; D. Agustín de Elguea, cura de Erenchun; D. Pedro Vélez de Mendizabal, cura de Luzuriaga "instigador a la sedición, fue causa de la que se manifestó en su Pueblo el Jueves Santo y condujo a los jóvenes a Salvatierra"; D. Francisco de Ugalde, cura de Heredia y otros religiosos franciscanos (7) del convento de San Francisco de Vitoria y otro del convento de Pierola, así como el joven de 20 años tonsurado y beneficiado de Salvatierra D. Toribio López de Opacua; y Simón de Luzuriaga, presbítero y beneficiado de las parroquias unidas de Salvatierra en el Barrio de Opacua.

     De hecho, de los trece que pertenecían al Cabildo de Salvatierra sólo quedaron seis para un pueblo "de más de trescientos vecinos y mil cuatrocientas almas de comunión".

    Se procesó militarmente a todos los rebeldes y acabaron en el patíbulo muchos de ellos, incluidos los eclesiásticos, para que sirviera "de escarmiento, y que los sacerdotes no nos den otra vez el triste espectáculo de verles mandando tropas, y haciendo fuego contra el Gobierno"

 (Comandancia de Armas de Vitoria. Carta al Sr. Obispo del 2 de junio de 1821).

    D. Pedro Ruiz de Alegría, sacerdote, y D. Gregorio Ruiz de Luzuriaga, abogado de Salvatierra, fueron ejecutados a las once de la mañana en la Plaza de Vitoria ante la presencia de la tropa "y un pequeño concurso de espectadores, pues la mayor parte del vecindario había salido al campo huyendo hasta la sombra de tan lastimoso espectáculo, y la restante se conservó en sus casas, en las que se notaba, que hasta las tiendas estaban cerradas... Por la tarde, saltando por lo que la costumbre tiene ya arreglado en estos casos, se les hizo unos magníficos funerales...".

      Ante esta situación el Obispo tomó sus medidas al efecto, haciendo ver "el desvío de las ideas pacíficas de que debían estar revestidos y que estaban obligados a imbuir a sus feligreses, en lugar de instigarles y aconsejar la subversión y rebelión'.

         Les suspendió de todas las licencias y fueron conducidos a los conventos de Aranzazu, Labastida, Viana, etc. 

      El Jefe Político, por su parte, no dudaba en afirmar que la rebelión de Salvatierra estuvo "preparada en gran manera por el espíritu y los consejos del Clero, y se vio en ella, un número considerable de sacerdotes, que de ministros de paz, se convirtieron en instrumentos de la más feroz anarquía, y de pastores cuidadosos y solícitos, en lobos feroces de su rebaño, que intentaron sacrificar a su ambición y a su inmoralidad... Son grandes los males que amenazan a los pueblos, si el clero... lejos de contribuir a mantener este estado de ansiedad y de crisis, no se decide y obra con franqueza, para afianzar el orden público".



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