Rogativas de las Ergoienas Ruegos por los
campos
Vecinos de las hergoienas
con las respectivas cruces frente a los campos de cereal.
Un año más, tal y como se lleva haciendo
desde tiempo inmemorial, los vecinos de las pequeñas localidades de Arrízala,
Opakua y Alangua -este año no han acudido los de Egileor- han pedido por sus
campos en las tradicionales rogativas de la Ascensión. Una veintena de personas
se dieron cita el pasado sábado por la tarde en la pequeña localidad de
Arrizala, perteneciente al municipio de Agurain, para celebrar las rogativas.
Éstas son oraciones públicas que
se hacen en la Iglesia romana en los días que preceden a la fiesta de la
Ascensión, para pedir a Dios la conservación de los bienes de la tierra y la
gracia de estar libres de los azotes y desgracias. Según el calendario litúrgico
tradicional, la Iglesia celebra las llamadas “Rogativas” durante los tres días
previos a la Ascensión del Señor, vale decir, los días 37°, 38° y 39° después
de la Pascua.
La expresión “rogativas” viene del latín y es sinónimo de oraciones, súplicas e invocaciones con el fin alejar del pueblo los azotes de la Divina Justicia y atraer las bendiciones de su misericordia sobre los sembrados.
Bajo un sol de justicia los representantes de Arrizala, Opakua y Alangua se unieron para celebrar el acto en la calle principal del pueblo. Allí recordaban como es necesario echar la vista a los libros para fijar el inicio de la tradición, ya que en la memoria de los lugareños siempre han estado presentes.
Las ceremonias religiosas relacionadas
con los cultivos y operaciones agrícolas es costumbre que se practiquen desde
tiempo inmemorial, organizando rogativas públicas colectivas, para impetrar al
altísimo el cambio favorable del tiempo ante pertinente sequía o lluvia u otra
situación catastrófica.
En el libro de actas de la iglesia de Arrízala ya se recogen reuniones desde el 20 de mayo de 1758. La fuente del centro del pueblo se convirtió en centro de reunión de los vecinos de Arrízala, que acudieron a dar la bienvenida a las personas procedentes de Opakua y Alangua.
A la cabeza de los vecinos de Alangua, José Antonio Amescua, quien
portaba entre sus manos una bella cruz perteneciente a la iglesia de su pueblo.
Junto a él Álvaro Ruiz de Gordoa portaba en su mano derecha una imagen de
similares características llegada desde Opakua. Isabel Quintana fue este año la
encargada de portar la cruz de Arrízala, la pequeña localidad de la Llanada
conocida por su famoso Dólmen de Sorginetxe.
La celebración de las rogativas sirvió como lugar de encuentro entre vecinos de las distintas localidades, hijos del pueblo que se fueron años atrás o amantes de la historia y la etnografía que quisieron participar de la fiesta.
Con varios minutos de retraso sobre el horario previsto dio comienzo el acto pidiendo “la protección de los campos y de sus personas, así como por que haga buen tiempo y la cosecha sea buena”, solicitó Álvaro Gastón, sacerdote encargado de conducir el acto, que acudía por primera vez a la ceremonia. “Estas rogativas vienen de muy lejos” comentaba en el inicio del encuentro de hermandad.
“En ese momento los vecinos de las ergoienas
decidieron juntarse para rezar y para pedir. Decidieron pedir juntos durante
tres días”, explicó. Hoy en día la tradición se limita a una reunión vespertina
con la bendición de campos y reparto de galletas y café.
Las tres cruces, laboriosamente labradas y con motivos meramente religiosos, encabezaron la comitiva en la procesión que recorrió la calle principal de Arrízala hasta llegar a la iglesia de San Esteban, que abre sus puertas en ocasiones contadas como la celebración de las rogativas de la Ascensión o en la festividad de San Juan, entre otras. Durante el recorrido se cantaron letanías.
Ya en el templo José Mari y Ander fueron los
encargados de tocar las campanas para rememorar aquellos tiempos en los que
éstas eran el único medio de comunicación entre las aldeas. “Antiguamente a las
rogativas acudían representantes de todas las casas del pueblo, al menos un
hombre. Cuando la cruz llegaba al cruce repicaban las campanas para anunciar la
próxima llegada.
Entonces empezaba el del pueblo siguiente a tocar las campanas”, recuerdan los que ya participaban en ese acto en su juventud. Antiguamente durante el acto de las rogativas se celebraba una misa.
Este año sin embargo los presentes entraron en la iglesia donde rememoran la historia y recordaron cómo antiguamente las cuatro localidades se reunían en el término de Sorbiribil donde hubo plantado primero en nogal y posteriormente un fresno, testigos mudos de aquellas reuniones.
Este hecho provocó que el párroco
propusiera a los presentes la recogida de dinero para la compra de un pequeño
retoño de nogal y su posterior plantación en ese lugar en honor al pequeño
Unai, hijo de una vecina de Alangua, cuya fecha de nacimiento está prevista
para hoy lunes. “Así podremos verles crecer juntos”, señalaron.
A la salida del templo todos los presentes
se reunieron para la bendición de los campos. El pórtico de la iglesia de San
Esteban se convirtió entonces en centro de reunión para la veintena de
participantes para degustar un rico café con leche y galletas y charlar
animadamente.
En la memoria de muchos de los asistentes
perduran imágenes de aquellos años en los que “tan sólo podía participar en
este acto el cabeza de familia y hombre. Se celebraba por la mañana” y cuando
“tras la misa se reunían en el pórtico para tratar cuestiones que afectaban a
las cuatro Ergoyenas en referencia al campo, al ganado o al monte”, recordaban.
“Todavía puedo recordar cómo estaba papá reunido con el resto de hombres aquí en el pórtico. Justo fue de las rogativas cuando le mató la yegua”, según Escoli Quintana. De eso han pasado ya 46 años.
El
envejecimiento de la población hizo que comenzaran a participar en el acto las
mujeres, que hasta entonces no habían podido asistir. “Esto ya no es lo que
era, vemos como con el paso del tiempo se va a terminar la celebración de este
tipo de actos”, lamentaban los presentes. Con el transcurso de los años el modo
de celebración de esta fiesta ha variado considerablemente. “Antes siempre se
celebraba los tres días anteriores a la festividad de la Ascensión”, apuntaban.
El despoblamiento de las anejas y la falta de vocación religiosa provocó que desde hace alrededor de una cuarto de siglo la cita sea el sábado anterior a la festividad de la Ascensión tratando de garantizar la presencia de un mayor número de fieles al acto
. Pese a ello,
“somos cada vez menos los que venimos”, se lamentan todos los presentes quienes
no veían en los jóvenes el relevo generacional preciso para continuar con la
tradición.
Tras el ágape los participantes se reunieron
para despedir a los visitantes de otros pueblos. “El último paso es la
despedida de las cruces, que simboliza la despedida de las personas”, anunciaba
Gastón momentos antes de que las tres cruces participantes se “besaran” entre
ellas antes de la partida. “Esto tiene que ser señal de que queremos besarnos
nosotros” apuntaba el párroco.
Una
sentida oración y el beso de las cruces de Arrízala, Alangua y Opakua suplicando
por el campo puso fin a una tradición que, si los propios vecinos quieren,
volverá a celebrarse en torno a la festividad de la Ascensión.
LOS DATOS
Fecha de celebración.
Según el calendario litúrgico tradicional, la Iglesia celebra las Rogativas
durante los tres días previos a la Ascensión del Señor. Los días 37º, 38º y 39º
después de la celebración de la Pascua.
Las localidades. Los
vecinos de Arrízala, Opakua y Alangua se reunieron para solicitar esta
protección. En esta ocasión no acudieron los vecinos de Egileor. Vecinos de
cada una de las tres poblaciones acudieron a las Rogativas portando una cruz de
sus correspondientes iglesias.
1758
Precedentes de celebración. En el libro de
actas de la iglesia de Arrízala ya se recogen reuniones y celebraciones de este
tipo datadas en un 20 de mayo del año 1758. Son ya, por tanto, 261 años de
celebración ininterrumpida de este tipo de celebraciones que se volvieron a
cumplir una ocasión más fieles a la tradición.
Eva San Pedro
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