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jueves, 17 de marzo de 2022

Entzia edo Urbasa

 


¡Urbasa y Entzia ya no son lo que eran!


Balbino Garcia de Albizua

El título parece una afirmación nostálgica, pero es una verdad como un puño porque esos topónimos, Urbasa y Encia/Entzia, dan hoy nombre a parajes muy distintos que los que abarcaban en el pasado. En la actualidad, cualquier visitante de la zona, ya sea navarro o de territorios próximos, especialmente alaveses y guipuzcoanos, describiría y diferenciaría uno y otro paraje con toda claridad. La respuesta sería unánime: Que Entzia es el nombre que se da a la prolongación de Urbasa en Álava. Es la definición más socorrida. Que Urbasa es una “sierra” o altiplano, que limita al este con Andia y al oeste con Entzia.

Eso dicen los visitantes, las publicaciones y las páginas web. Durante siglos la realidad ha sido bien distinta, pero dicen que una mentira, o una afirmación errónea, repetida muchas veces acaba por convertirse en una verdad. Y eso es lo que ha ocurrido.

Y ¿quién puede decir lo que es verdad y lo que no lo es? Pues, obviamente, en materia de toponimia local, de nombres de parajes de un territorio determinado, son los vecinos o “usuarios” del territorio los que pueden dar testimonio veraz de cuáles son los nombres adecuados. Y es lógico que así sea porque fueron sus antepasados quienes “bautizaron” esos parajes. Y los habitantes de la zona más próximos, y usuarios de la misma, eran los de Burunda y Sakana, por el norte, y los amescoanos, por el sur. Pero, además de la tradición oral, la documentación aporta testimonios determinantes.



Sin embargo, con alguna frecuencia, los que han venido de fuera, se han presumido y asumido más listos que los “aldeanos”, los de casa, y les han enmendado la plana. Hasta llegar al absurdo. El territorio en que se centran estas notas, Améscoa y Urbasa, presenta muestras abundantes de esta práctica como, “La fuente de los Mosquitos”, “La fuente de las Lentejas”, “El Balcón de Pilatos”, que han adquirido tal difusión que han acabado haciendo olvidar los topónimos primitivos. La cartografía oficial, a finales del siglo pasado –el XX, que está muy cerca-, nos deleitaba con perlas como “Regajo de los Vesos” (Yesos, o Kisuerrekak) “río Biarra” (Uiarra), “Raso de San Juan de la Cruz” (Sanjuankruz, de cruce, no de cruz), etc.



Retomando el hilo; en los pueblos lindantes con lo que hoy se llama Urbasa, ni unos ni otros le dieron ese nombre a la sierra (que tampoco lo es, sino meseta o altiplano) inmediata, de la que obtenían diversos aprovechamientos. Para ellos, Urbasa era un paraje, que ocupaba una parte, más o menos extensa, del raso central del macizo.

De lo que entendían por Urbasa, los de Burunda y Sakana, al norte, habla Josemari Satrustegi en la obra colectiva “Los grupos humanos en la prehistoria de Encia-Urbasa”, de la Fundación Barandiaran (capítulo 4, Planteamiento general de la etnografía de Urbasa”, página 56). Afirma Satrustegi que “para los naturales, se trata de una zona limitada y concreta”. Añade que “se orientan por el Palacio ... y abarca en su totalidad el raso más importante y extenso de la meseta”.



Otros, y esto lo afirmo por testimonios recogidos personalmente, todavía restringen más la extensión del paraje, ya que “descuentan” la parte de Arafe, el Espinal (Elorduia antes para los amescoanos) y Arratondo, principalmente.

En cuanto a los amescoanos, mugantes por el lado meridional, el tema ofrece aún más contradicciones con la toponimia oficial, y merece la pena contarlo por aquello de que “el sur también existe” y por romper una lanza en favor de la “memoria histórica” de la toponimia. Y lo hacemos para descubrir algo que hoy es desconocido y ha sido absolutamente ignorado.


La mal llamada Fuente de los Mosquitos en Urbasa

Centrándome en los valles amescoanos, hay concordancia total con Burunda y Sakana en cuanto a lo que consideran Urbasa. Este topónimo lo han aplicado al raso grande, en algunos casos. A la parte despejada del raso, en otros. Y a la zona del Palacio y sus alrededores, los más. Y ese criterio se ha mantenido prácticamente hasta finales del siglo XX. En aras pues, reitero, de la memoria histórica de la toponimia, aclararemos cómo nombraban los amescoanos, y la propia Administración de Navarra, al conjunto amesetado en el que se hallan las Limitaciones. Aunque el nombre no se recupere, debe quedar claro cuál era y qué vida tuvo.

El conjunto que hoy es llamado Urbasa, era conocido como Encia/Enzia (que son las grafías que se alternan en la documentación), al menos por los amescoanos y, parece claro, aunque de manera menos rotunda, por la Administración. Y el nombre de Urbasa quedaba reservado para el paraje ya citado: todo o parte del raso central.

Sin pretensiones de que esta sea la cita más antigua, ya en 18/07/1350, hay noticia de que se había formado un grupo muy numeroso “de cuatreros guipuzcoanos en Araya que entran en Enzia para llevarse las yeguas de Aranarache”. Obviamente, las yeguas de Aranarache pastaban no lejos de sus puertos. Para impedir el robo, subió el merino de Estella con 200 infantes.



El 14/02/1411, Carlos III, rey de Navarra, dirige carta al merino mayor de la merindad de Tierra de Estella, Gonzalo de Baquedano, al procurador patrimonial, Pedro de Villava, y al justicia de Tudela, Juan López de Barcelona. Les encomienda amuguen y amojonen “la propiedad que los habitantes en las Valles de Amescoa (Améscoa Baja en la actualidad) et de las tres aldeas de Arana (Améscoa Alta en la actualidad) pretenden tener en los montes de Encia, que son en la merindad de Estella”. De 02/07/1412, es el documento de reconocimiento real de las Limitaciones de las Améscoas, tras el amojonamiento de los montes de Enzia y Urbasa, y así se citan en la cédula real.

El 03/06/1480, se redacta un nuevo texto con precisiones sobre la propiedad de las Limitaciones y, en él, se repite expresamente “en las dichas Límites de Amescua e Arana, que son en Encia”.

En amojonamiento de varios faceros (Agaria, Larraiza, Legarobi y Ursarana) acordado entre Abarzuza, Amescoa y el Monasterio de Iranzu, de 01/05/1512, se cita Encia. Y están dichos parajes en la parte más oriental del territorio, no lejanos de Abarzuza e Iranzu.

De 1545, son las Ordenanzas que acuerdan los valles de Améscoa Alta y Baja “sobre la forma y manera de la guarda de la limitación en la sierra de Encia. Su Monte de Limitaciones.

En 1550, en las Ordenanzas del Concejo de Zudaire, se hace mención a "las limitaciones [de las] sierras de Encia y de Loquiz", en relación con la regulación de movimiento y estancia de todo tipo de ganado.

En 1605, en las Ordenanzas del Concejo de Eulate, se dice en el artículo 5, con motivo de la regulación de movimientos del ganado, "desde el río de Uiarra asta los puertos de Encia".

Repite en el 16, "entre el río de Uyarra y las peñas de Encia". En el 17 puede leerse: "las limitaciones y montes comunes de Encia y Hurbasa".



En Amojonamiento entre Baríndano y Zudaire de 1615, se menciona como característica, en relación con uno de los parajes mugantes, la de ser lugar de paso hacia "la limitación de Ençia y Urbassa".

En 1633, se menciona, en Eulate, a Miguel de Lesaga, "hermitaño en la hermita y basílica de las Vírgenes y mártires de Nunilon y Alodia en la Sierra de Encia". En relación a la ermita hoy conocida como de “las Santas”, antes “Done Loria”.

En 1665 se vende una pieza de labor en Artaza, en el paraje de Encirabidea (camino de Encia).

En 1688 se menciona una pieza de labor en Eulate, en el paraje de Enciaroa.

En 1690, en el texto que recoge la merced real hecha a Diego Remírez de Baquedano, se lee “Montes reales de Enzia, Andia y Urbassa”.

En 1692, en amojonamiento entre Baquedano y Zudaire, se sitúa el mojón más septentrional en "la Barranca de Aguarana", cerca de los límites de Urbasa". Para quien conoce la zona, el paraje de Agoarana es uno de los más próximos a lo que los amescoanos consideraban propiamente Urbasa.



En 1696, en documento impreso relativo al pleito que mantienen, de una parte, Juan Remírez de Baquedano, “Marqués de Andia y Señor de Urbasa” con “las Valles de Amescua Alta y Baxa”. También aquí se ajusta el Señorío de Urbasa con la ubicación que el Palacio ocupará.

En 1705, en Artaza, se cita una pieza de labor en “Enzirabidegaina, junto al camino del Puerto”.

Poco después, en 1707, en Baquedano, hay mención de “un corral en los Límites de la Sierra de Enzia”.

En 1728, en un amojonamiento entre San Martín y Zudaire, se cita como mojón 19, el situado en la Peña de Berenderra, “que es el último mojón que divide los términos y límites de Enzia.

En 1779, en acuerdos del concejo de Larraona, para modificación de las ordenanzas locales, se citan las “Limitaciones de Encia”.



En 1800, el Plan Beneficial de la parroquia de San Martín de Améscoa hace mención al pleito que mantienen los caseros y vecinos de la “Real Casa de Urbasa” y la iglesia de San Martín. Los primeros habían sido “agregados en lo espiritual” a dicha iglesia parroquial por el Tribunal Diocesano de Pamplona, pero no pagaban el diezmo correspondiente; de aquí el pleito que “se sigue contra Josef de Olazaran, Theniente Alcalde de la Jurisdiccion de los Montes Reales de Andia, Urbasa y Encia". Aquí conviven los nombres de Encia y Urbasa. La existencia del palacio, de la venta anexa y del marquesado como título, parecen contribuir a una mayor cotización del topónimo Urbasa. Pero Encia sigue estando ahí.

En 1843, en convenios de paso, se cita el acceso, por el Puerto Viejo de Zudaire, a la sierra de Encia.

ENCIA DESDE EL PUERTO LIZARRAGA AL DE OPAKUA


No puedo decir que la de 1843, sea la última mención de Encia como nombre de la sierra que, en la actualidad, han dado en llamar Urbasa. Lo que sí parece claro es que Encia es el nombre primitivo del conjunto geográfico que va desde el Puerto de Lizarraga hasta el de Opakua, en Álava. Su cita a mediados del siglo XIV parece avalarlo claramente. Si todavía en 1800, el topónimo continúa vivo en el lenguaje oficial para designar a la sierra desde Pamplona, y en 1843, para los amescoanos, no hay duda sobre su validez.

Es evidente que si Encia se mantiene a mediados del siglo XIX en la documentación amescoana, es porque está “vivo” y tiene validez para quienes habitan la zona.



El repaso de los manuscritos pone de manifiesto, además, que Urbasa goza de más estima en Pamplona que en Améscoa. Allí se abre camino más fácilmente y desplaza a Encia en la documentación, mucho antes que entre los habitantes de las zonas próximas.

A partir del siglo XIX, y quizá más concretamente, pasada la primera guerra carlista, el nombre de Urbasa empieza a aplicarse, por parte de la Administración, a todo el conjunto. La denominación “sierra de Urbasa” se deja ver en algunos documentos públicos. Y lo más significativo, el topónimo Encia agonizaba ya en la documentación oficial navarra, aunque siguió vigente todavía durante algún tiempo en Améscoa. Donde prácticamente hasta nuestros días, Urbasa seguirá siendo, “el Raso” o “lo del Palacio”.

Como el nombre de Encia, otros elementos de nuestro patrimonio se han perdido. Saber qué y cómo ocurrió es importante, porque es parte de nuestra historia. Y no sólo de la nuestra. Supone una vacuna para frenar futuras pérdidas y también, en ocasiones, para recuperar el patrimonio o su memoria histórica.

BALBINO GARCIA DE ALBIZUA

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