Portaleros y Alguaciles
Kepa RUIZ DE EGUINO
Portaleros y alguaciles de Salvatierra - Agurain
Alguacil:
Funcionario subalterno a las órdenes del alcalde de un ayuntamiento.
Portalero:
Se denominaba a las personas que cuidaban las siete puertas o portales de la Villa.
"Si habéis de creerme, no paséis por Salvatierra, dejándola a mano izquierda, porque en esa pequeña Villa es donde residen los aduaneros y donde registran lo que lleváis, y si tenéis oro o plata y os lo encuentran al registraros, es otro tanto de perdido, principalmente si de España os dirigís a Francia. A mano izquierda en ese llano se ve Salvatierra".
De Le Voyaguer d´Europe, oú sont le Voyage d¨Espagne et de Portugal obra de 8 volumenes de Albert Jouvin (París 1672)
Al ser Agurain una Villa amurallada, sólo se podía entrar por alguno de sus siete Puertas, hasta mediados del siglo pasado las siete eran cerradas al toque de queda y nadie podía ni entrar ni salir dentro del casco medieval, para la vigilancia de éstas existían la figura del "Portalero" ó "Alguacil".
El empleo de portalero en nuestra Villa tenía una considerable responsabilidad y una gran importancia en el gobierno económico general de los vecinos, debido al proteccionismo económico municipal y a los numerosos impuestos indirectos señalados a partir del año 1767.
Los portaleros debían vigilar cada uno de los siete Puertas ó Portales de las murallas que circundaban la vieja Salvatierra y que eran los siguientes: Puerta de Santa María, Puerta de San Juan, (que se derribo en 1841) y que tuvieron torres defensivas, Portal de Arramel ó Chiquito (único que se conserva), Portal de las carnicerías (Portalico), Portal de la Madura, Portal de Ula (o Puerta de del Rosario), Portal de Andraiturri (conocido así en el siglo XVI) o de San Sebastián.
A pesar de que hace varios siglos el portal más importante de Agurain - Salvatierra era el de Santa María, porque por el pasaban los peregrinos que descendían del Puerto de San Adrián, por el camino francés hacia Santiago, años más tarde el más importante de todos estos portales era el de San Juan, tanto por el frecuente y numeroso tráfico que atravesaba por él, como por canalizar toda la introducción del vino foráneo, y pasar por él el camino real de Navarra a Castilla que era uno de los más importantes, además fue aquí donde se construyó la aduana en el siglo XIX, que era la caseta de los Portaleros donde cobraban los arbitrios.
Cada portalero controlaba tanto a las personas que llegaban a la Villa -sobretodo en tiempo de guerra y cuando había pestes fuera de Alava- como los géneros de mercado afectados por numerosas disposiciones municipales. Estas disposiciones se encaminaban a prohibir la entrada de ciertos abastos y a exigir determinados derechos a otros. Durante todo el siglo XVIII, los portaleros exigían y llevaban razón del derecho de la alcabala general municipal conforme al arancel de géneros fijado por la Corporación.
Esta alcabala se debía cobrar todos los días; a excepción del mártes, día libre de mercado según la costumbre y el privilegio antiguo donado por Alfonso X, en el siglo XIII, que permitía obtener a los vecinos importantes beneficios.
Buena parte de los arriendos municipales establecían el monopolio de entrada de ciertos géneros, lo cual exigía a los portaleros un perfecto conocimiento de las cláusulas de tales escrituras; aunque realmente todas ellas eran parecidas entre sí, tener en cuenta sus pequeñas modificaciones complicaba el desempeño de su misión.
Para la revisión de los carros y carretas los portaleros usaban unas lanzas con punta que clavaban en los sacos para comprobar que no entraban animales dentro de la muralla sin el pago correspondiente de la alcabala. En los años sesenta y setenta los portaleros desfilaban a con éstas lanzas cuando bajaban a caballo de Arrizala junto al Ayuntamiento la mañana de San Juan.
Hay datos que dicen que una de las primeras Aduana se encontraba en la Calle Zapatari, que regida, según documentación, en varias épocas por miembros de la familia Bustamante, cuya casa palacio se encuentra en dicha calle.
La introducción de ciertos géneros se canalizaba por determinados portales, ya sea para lograr que se cumpliese el privilegio del vino -género éste que sólo se permitía introducir por el portal de San Juan-, como para cobrar ciertos expedientes o impuestos municipales a determinados géneros . Este sistema, que centralizaba la introducción de determinados géneros por uno o más portales, dio unos óptimos resultados.
Las ordenanzas de limpieza de calles del siglo XVI, encargaban a los portaleros impedir la introducción de piedras a cualquier carretero aunque lo hiciese con el pretexto de arreglar su propia casa. También les exigían informar a los vendedores de ganado porcino, de la prohibición existente de circular con sus carros por los empedrados de la calle del Medio ó Calle Mayor con el objeto de facilitar así ya el difícil tránsito de los numerosos vecinos y forasteros.
Los portaleros velaban por la limpieza y el buen estado de los portales, cuyo gasto de mantenimiento se realizaba a cargo de las rentas municipales.
Al capitán de llaves de la guarnición le correspondía abrir y cerrar diariamente todos los portales de las murallas en el siglo XIX, cuando las guerras carlistas.
Algunos años hicieron las veces de registrador del vino que conducían a los abastos hasta las diferentes tiendas de la ciudad, con el fin de que los carros no estropeasen el enlosado de las calles, más tarde era un funcionario municipal quien regentaba la alhóndiga situada en los bajos del Ayuntamiento, en lo que en la actualidad es la Ermita de San Martin.
Los empleados municipales a primeros del siglo pasado estaban organizados conforme a sus atribuciones y servicios, tras el Secretario, esta el Depositario que residía en la Casa de la Villa y ejercía el cargo de carcelero, luego el jefe de la alhóndiga, el alguacil, el capataz de celadores, posteleros y serenos que eran seis, 1 mozo de alhóndiga, 1 guarda de campo, 1 guarda de monte, 1 barrendero, un enterrador y un hospitalero.
En el siglo pasado para los servicios de vigilancia diurna y nocturna, son los encargados el alguacil del ayuntamiento y los seis celadores municipales (portaleros y serenos) con su jefe, así como de cuantos otros establecen las Ordenanzas de Salvatierra y encomiendan las leyes de la autoridad municipal,
Los portaleros prestaban distintas ocupaciones, la principal por turno en la caseta del fielato, era cobrar el impuesto de arbitrios de los artículos que entraban en la Villa y no pasan por la alhóndiga municipal, según arancel, además de trabajos municipales y del orden público, diurno y nocturno.
Fue en el año 1955 cuando se derribó la caseta del fielato de arbitrios situada a la entrada desde la carretera a la Calle del Portal del Rey y los cierres de pared de mampostería con marcos y puertas de entradas por los portales de las murallas, se derrocan por acuerdo municipal en la Sesión del 14 de Julio de 1958.
Una vez suprimidos los impuestos de consumo, que en los fielatos se pagaban en las entradas a la Villa y en la alhóndiga municipal, los portaleros o celadores que se habían reducido en número, durante el día se ocupaban en la ejecución de trabajos de limpieza y mantenimiento, quienes atendían los servicios de vigilancia se reducían al alguacil y al capataz.
Con ocasión de la jubilación del capataz se suprime el cargo y el alguacil y los empleados quedan bajo la férula que emana de la autoridad municipal, para cumplir y ejecutar los servicios y obligaciones municipales.
ALGUACILES Y PORTALEROS DE AGURAIN DEL SIGLO PASADO
Luis Asarta Mtnez. de Guereñu
José Gorospe "camorra"
Dalmacio Guridi
Pio Ruiz de Munain "portalero"
Prudencio Olalde Iturrospe
Mariano Bengoetxea "el manco"
Domingo Gorospe
Lucio Bengoechea
- Aniceto Lezea
- Pablo Iriarte "de la Magadalena"
- Epifanio Murguiondo
- Francisco Gorospe Audicana
- Domingo Larrea
- Pablo Elizondo Iñiguez
- Gabino Martín
BIBLIOGRAFIA:
Archivo Municipal de Agurain - Salvatierra
Salvatierra Guía para unavisita- Ajamil, Clara, Ana de Begoña, Gurutze Arana y Maria Mar Masedo.
Puertas: Azkarate
Salvatierra Agurain- Destellos de un siglo de historia: Jesús Ruiz de Larramendi
Fotografias de:
Archivo fotográfico de Agurain,
Ana Gorospe,
Jaso Ruiz de Alegría,
Txumari Garagalza,
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