III. Riñas o "quimeras"
A fin de evitar alborotos por la noche, se pedía al vecindario de Salvatierra se abstuvieran, sobre todo los mozos, de tan impropios procedimientos; se condujeran según una vida cristiana; se apartasen de las ocasiones de ofender al prójimo; se recojan a sus hogares y casas al toque de queda y silencio, sin salir de ellas después de las oraciones sin farol y luz artificial, absteniéndose de formar pelotones y juntas en las calles, dejando a las gentes vayan por su camino.
Se solía merendar y beber bien, sobre todo en invierno, y a continuación salían a la calle llevando una guitarra, pandereta, etc. cantando y dando voces, motivo por el cual se suscitaban riñas y malestar en el vecindario.
Las riñas o "quimeras" surgían normalmente durante el juego de naipes y estando con un trago de vino de más o por alguna palabra subida de tono.
Año 1744
Vecinos de Salvatierra se quejaban al alcalde, D. Pedro de Bustamante, de que Joseph de Biana, Nicolás Fernández de Alangua, Miguel Fernández de Basierra y Juan Francisco Pérez de Lezeta, mancebos y naturales de Salvatierra, muy a deshora de la noche del 11 y 13 de enero andaban alborotando y perturbando al pueblo poniendo en las puertas maderas y otras cosas y cantando palabras malsonantes. Por todo lo cual, fueron arrestados y encarcelados, no siendo la primera vez que lo eran, pues por iguales delitos habían sido varias veces amonestados y encarcelados.
Robaban berzas de las huertas, rondaban muchas noches batiendo las puertas y tirando pedradas, etc. Nicolás y Joseph estuvieron presos por golpear al ermitaño de Nuestra Señora de Arana junto a la fuente de Apategui; por haber reñido y andado a cachetes con Matheo Belez de Helorriaga y al hijo de Simón de San Martín.
Año 1750
Juan de Errasquin, navarro y vecino de Salvatierra, se querellaba con Francisco de Arregui, su convecino, a quien acusaba "grave y criminalmente" por incidentes en el juego de naipes.
En efecto, Juan "ombre quieto, enemigo de quimeras, christiano biejo Noble según fuero de España", se encontraba en su casa con otros vecinos divirtiéndose en el juego de naipes por la tarde de un domingo, entre ellos Francisco de Arregui.
Habiéndose pedido una azumbre de vino fue Juan a traerla y prosiguieron en el juego "y en la última jornada que hize prorrumpió con desaire y enojo el reo acusado diciendo qué vino traía le respondí con toda beneración lo que se havia jugado y en caso de tener alguna sospecha le preguntase a la tabernera expresándole que antes de esta ocasión me havia puesto en mal predicamento de que sisava el vino respondiéndome que era un billano, agote y no hera para la suela de su zapato en orden a su generación, que la tenía mui radicada".
La Justicia pidió a Francisco se desdijera de las palabras denigrativas ya que las profirió después de "haver vebido más vino de lo que le conbenia", y "puesto de rodillas le ha pedido perdón á presencia de personas de Autoridad y celo". Y Juan le perdonó "dicha injuria".
Año 1754
Francisco Sáez de Asteasu, de 20 años, natural y residente en Salvatierra en la casa y compañía de Thomás Sáez de Asteasu, su padre, a las nueve y cuarto de la noche hubo "quimera y cuestión" con un licenciado gramático causando por ello en la calle Mayor grave escándalo, y perdiendo el respeto a Miguel de Salas, ministro alguacil de vara de esta audiencia, sin quererle obedecer por ningún título prorrumpiendo con desprecio a la Justicia en el momento en que Miguel Salas gritaba pidiendo ayudasen a la Justicia, hasta que el alcalde llegó a la bulla y le mandó prender y llevar a la cárcel de la Villa ya que era reincidente, recomendándole se sujetase al trabajo de su oficio de tejedor y viviese con quietud y obediente a sus padres, a quienes tantas veces había perdido el respeto debido "poniendo las manos en su padre y su madre"; no rondase causando escándalo, ni jugase a deshora y muy de noche, ni se emborrachase.
Al decirle el alcalde que se diese por preso y agarrarle, se resistió y en aquel momento llegó Juan Antonio de Jaureguizar y un licenciado gramático, paje del Abad de Andía, con un farol alumbrándole y Francisco le dijo al licenciado: "te voy a meter la navaja por las tripas".
Así era este mozo de "mala cabeza, borracho, jugador, rondador a deshora y cuando pierde empieza a cachetearse con los que le ganan, visto preso de cuatro años a esta parte más de diez ó doce veces, sin que por ello ni otras amonestaciones haya enmienda en él. Los días de labor trabaja en su labor de tejedor de lienzos pero en los festivos es en los que comete los absurdos notados, dimanados del vino que sin duda bebe con exceso".
Por todo lo cual, "por vagabundo y malentretenido" le destinaron al servicio de las Armas, por ser sujeto idóneo y a propósito para emplearse en ellas por tiempo y espacio de cuatro años en uno de los Presidios de África.
Año 1.755
En la noche del día 1 de noviembre, a las ocho y media, se suscitó quimera entre distintos mozos solteros de Salvatierra y en la taberna que corre al cuidado de Paula de Orquín, en cuya quimera parece resultaron algunos heridos y para proceder a la indagación y averiguación de los agresores y causantes se abrió un proceso.
Los mozos se llamaban Andrés de Uriarte, Andrés de Goya, Manuel de Leceta y Jerónimo de Ercilla. Estaban tomando un vino cuando Uriarte dijo a Jerónimo que "discurría y pensaba estuviese sirviendo a S.M. de soldado supuesto no lo había visto en muchos días, y a este mismo tiempo Goya dijo por el mismo Jerónimo que ya lo tenía ganado y merecido, a que respondieron Pablo y Jerónimo que no era una taberna para decir eso. Entonces Uriarte le dijo a Leceta que aunque era guapo de nada le servirían las fuerzas y mediando estas palabras, después de haber bebido todos juntos se salieron a la puerta de la taberna, en donde sacó un cuchillo o navaja el referido Uriarte y le tiró una cuchillada dirigida al hombro izquierdo en donde le rasgó toda la ropa y le llegó a herir la parte del hombro con alguna penetración e intentando Leceta defenderse procuró tirar la mano para cogerle el cuchillo y al hacer el movimiento para este fin se hirió la mano por haber vuelto a tirar de él dicho Uriarte, quien reiterando el golpe dio en el sombrero de Leceta y le penetró hasta la frente, y así mismo le dirigió otra cuchillada a la parte de la ijada, en donde sólo le rasgó el coletillo, sin llegar al cuerpo; y agarrando Manuel de Leceta, su hermano declarante, a Uriarte para quitarle el arma, le mordió un dedo. A las voces y alboroto salió gente de la taberna y metieron en ella a Uriarte.
Le curó al herido el maestro cirujano Diego Ignacio de Arriaran. Jerónimo fue herido también en la mano izquierda.
Uriarte y Goya fueron llevados a la cárcel.
Año 1758
El alcalde, en cumplimiento de su obligación, salió a las nueve de la noche de un seis de enero a rondar las calles y parajes sospechosos del pueblo, y encontró en las cuatro esquinas de la calle de la Zapatería a Alejo de Garagarza y Joseph de Arana, ministros alguaciles parados "y habiéndoles preguntado porqué estaban así le dijeron que porque se hallaba allí un hombre tendido, que al principio les pareció era algún ganado porque estaba la noche muy oscura y con el farol se le reconoció que estaba sangrando y que era Manuel de Lezeta, mozo soltero". Se le llevó a la cárcel donde se le pidió declaración "aunque con bastante ofuscación porque confesó tenía privada la cabeza y demostraba que estaba cargado de vino porque vomitó bastante".
Había estado en casa del carpintero Santos con otros vecinos jugando vino a los naipes, donde tuvo algunas palabras sobre alguna jugada de lo que resultó quimera, se dijeron "agur", fueron a "exonerar el vientre" y después le golpearon como venganza porque en la tercera noche de Pascua hizo burla "a los mozos del pueblo que anduvieron á cantar a las mozas de la Villa según es costumbre". Alguien dijo que los versos que cantaron fueron "versos de mierda".
Año 1764
Pedro de Sagastui, molinero, acusaba "grave y criminalmente" a Fausto de Lahidalga, convecinos, porque "estando prohibido por todos derechos ofender al Próximo tanto de obra cuanto de palabra, el dicho Fausto, llevado de su altivo, soberbio, enconoso y vengativo genio y sin temor de Dios, ni de la Justicia y sin causa ni motivo alguno armó cierta pendencia, quimera y ruido con diferentes vecinos de la Villa que volvían a sus respectivas casas de resulta de haber corrido cierto apeo y mojonera con el concejo y vecinos de Larraona, Reyno de Navarra y habiendo intervenido yo (Pedro) por medianero para apaciguar y sosegar la quimera me hizo este (Fausto) los más ignominiosos ultrajes, dándome muy recios y fuertes golpes en varias partes del cuerpo y no parando en esto su temerario arrojo, encono, altivez y soberbia, me mordió tan fuertemente de uno de los dedos de la mano izquierda" que se lo tuvieron que cortar.
Volvían de Larraona en cuadrillas cuando Martín de Alday pidió al alcalde, suegro de Fausto, le diera la vara "para que viniese con mas comodidad" y se pusieron a rezar el Rosario "y caminando con esta paz y quietud les alcanzó Fausto diciendo en voces altas y descompuestas, que por que le quitaban la vara al alcalde". Y así se armó la quimera.
Año 1787
Joseph de Iturrospe, Bentura de Barrena, casados, y Baptista Martínez de Contrasta, mozo soltero, vecinos de Salvatierra y moradores en el Barrio de Opacua, "alborotaron con el ruido y bullicio bastante cantando y profiriendo palabras muy deshonestas y provocativas dirigidas contra Antonio Ruiz de Gordoa, mayoral de dicho barrio, queriendo invadir su casa y entrar por fuerza".
Fueron arrestados y presos en las cárceles públicas de la Villa. Reconocieron su delito y pidieron que "atendiendo á que somos unos rústicos labradores versados únicamente en el campo á Vd pedimos y suplicamos dar por conclusa la causa y pedir benignidad".
Como así se hizo, haciéndoles pagar cierta cantidad y previniéndoles "que en lo sucesivo no den lugar a semejantes procedimientos porque de lo contrario serán castigados con toda severidad y se les considerará como reincidentes".
Año 1825
En la tarde del día 6 de marzo notó el alcalde Juan López de Opacua que en la calle Mayor, ante la casa de Matheo Luzuriaga esta congregada muchísima gente de todas clases y de ambos sexos, llegando a entender por las voces desentonadas que se percibían a lo lejos que se había formado alguna quimera fue apresuradamente con el objeto de restablecer el orden y vio que José Ramírez, comandante de la Milicia Nacional Local de Salvatierra estaba sobremanera exaltado y furibundo; con su sable desembainado hacía demostraciones de querer acometer y entrar en la casa de Matheo, profiriendo al mismo tiempo descompasadamente voces obscenas y escandalosas provocando una quimera de primera magnitud.
El alcalde trató de contenerle pero "su desobediencia fue tan notoria como escandalosa y en lugar de obedecer trataba de mandar despótica y arbitrariamente al mismo alcalde sin contenerse en proferir las mismas expresiones que anteriormente y con el mismo ardor y acaloramiento".
Era un día de disfraces y enmascarados "vestidos algunos de mujer y otros en varias figuras, y entre ellos uno con ábito clerical, eso es, con su manteo y sombrero de teja y aliándose por allí cerca D. Simón de Luzuriaga, Presbítero Beneficiado de las iglesias unidas de esta Villa y Cura Párroco en su barrio de Opacua, se acercó a el que llevaba ábito clerical y le dijo fuera esa ropa, a lo cual contestó que quien era el que lo mandaba y se dio á conocer quien era desembozándose".
Era José Ibáñez de Opacua, mozo soltero, quien se acercó a uno de los voluntarios de la milicia nacional y le quitó el sable amenazando a D. Simón que se fue corriendo a casa de su hermano Mateo, congregándose mucha gente, entre ella el comandante todo furioso.
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